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Reinventando Panamá

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por Dicky Panay

El próximo cinco de mayo se celebrarán elecciones generales para renovar todo el gobierno democrático: representantes de corregimiento, alcaldes, diputados y presidente. Cada cinco años este evento marca un antes y un después en la vida nacional. Podríamos decir que esta elección se enmarca en una coyuntura muy especial como es la crisis del COVID-19, los cambios geopolíticos que impactan el mundo, el cambio generacional que implica cosmovisiones diferentes y el irrumpir de la inteligencia artificial como un nuevo avance tecnológico, esto sumado a un modelo de gestión pública que ha producido un enorme malestar social cuyas expresiones se han manifestado con contundencia en las calles, pueblos y ciudades del todo el territorio nacional.

En las últimas experiencias electorales de América Latina y siguiendo modelos electorales de Norte América y de Europa, las respectivas campañas traen asesores de todo tipo, como imagen de manejo de crisis, estrategas de campaña, organizadores, operadores y demás fauna política global. La mayoría lejos de conocer la sociología del panameño, pero todos con libritos universales para aplicar a un país y una sociedad que está luchando por su identidad con una inteligencia política demostrada y con una sabiduría estratégica acumulada.

Las múltiples recomendaciones de estos asesores de campaña sucia cuentan con muchos adeptos, buen financiamiento y con muchos locales que por años hacen ese trabajo oscuro y agrio de la descalificación y la construcción de mentiras a través de la manipulación mediática y tecnológica. Pero ¿cuáles son las consecuencias de estas campañas para la sociedad panameña, para sus instituciones y para la democracia? Indudablemente una campaña sucia trae consecuencias negativas para todos:

  1. Aumenta las divisiones entre diferentes componentes sociales entre partidos entre grupos sociales entre ciudadanos comunes y muchas veces impactos globales.
  2. Crean frustraciones, resentimientos y una enorme desconfianza en los partidos políticos y en las instituciones que regulan la materia, lo que impacta en el entusiasmo de participar en procesos no transparentes.
  3. Nos apartan de temas importantes, engañan al elector, lo distraen de temas estratégicos e importantes para la sociedad y centran la batalla política en ataques personales o controversias superficiales.
  4. Degradan el debate público, el contenido del debate político y sobre todo manipula al votante, lo conduce a tomar decisiones que a la postre los afectan y los aleja de contribuir a la solución de los verdaderos problemas porque los entretiene en las mentiras y en distracciones que a la velocidad de la comunicación moderna parecen verdades pero no lo son y obliga al oponente a gastar recursos (tiempo) en combatir estas campañas y alejarse del objetivo de informar al elector sobre sus mejores opciones para resolver sus problemas y los del país.

Una sociedad con campaña sucia que propague mentiras repetidas puede ser impactada a nivel internacional por percepciones negativas que afecten su reputación, abrir espacios de injerencia y presiones extranjeras por parte de organismos internacionales.

Por otra parte, las campañas sucias se hacen para tapar las debilidades del candidato, para distraer los ataques a puntos débiles del mismo. Estas empresas no tienen ética ni moral, son instrumentos de distorsión política-social y constituyen estrategias peligrosas en un ambiente tan radicalizado como serán las elecciones del cinco de mayo del 2024 en Panamá.

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