Por: Dicky Panay

El desarrollo social es un proceso secuencial: primero sucede un hecho y luego el otro hasta que se obtiene un resultado. Lo que hoy estamos viviendo ha sido la consecuencia de unos hechos históricos no comprendidos por los tomadores de decisiones, acción que ha producido una reacción social disruptiva o atípica en el accionar politico de los panameños. Esta realidad plantea un dilema que podemos definirlo de la siguiente manera: estamos frente a un resultado, o sea frente a cambio paradigmático de la conducta social o estamos todavía en un proceso de cambio social antes del resultado.

Para muchos politicos, intelectuales y pensadores comunes hay un antes y un después de las movilizaciones de octubre y noviembre del año 2023. Para muchos políticos, intelectuales y pensadores comunes fue solo una coyuntura que se olvidará igual que los hechos del año 2022 y otros más acaecidos los últimos 15 años.
Resolver este dilema tomara tiempo. Todavía hace falta un análisis más profundo de los hechos, las consecuencias y las decisiones para resolver la coyuntura y diseñar la estrategia hacia el futuro.

Somos una sociedad con un sistema educativo desfasado, antiguo y lejano de las nuevas y más modernas corrientes de la educación planetaria. Los hechos y resultados lo demuestran. El atraso consecuentemente produce un desfase entre la visión social y las necesidades de desarrollo en un mundo global. Al no tener una base educativa crítica para enfrentar los retos globales, la influencia de intereses y visiones externas impacta todo el expectro nacional. La cultura del consumo, el poco apego por los bienes culturales, la discriminación étnica, la violencia son partes de los síntomas y consecuencias de un sistema educativo poco eficaz frente a las necesidades del desarrollo nacional.

En otro aspecto, la construcción institucional ha respondido más a intereses particulares de grupos asociados que a las necesidades de fortalecimiento institucional democrático. Las secuenciales reformas a la ley de compras que han producido en los últimos tres lustros grandes escándalos de corrupcion con un componente de impunidad significativo, la flexibilización de muchas otras normas, el chantaje entres órganos del Estado visible y notable y sobre todo la impunidad en la gestión pública en cuanto a resultado y falta de cumplimiento y la improvisación son parte de los ejemplos del deterioro institucional notorios.

Con estos dos elementos claves debemos introducir una tercera causa específica que dió origen al conflicto presente pero que venían gestándose en la vida social durante muchas gestiones anteriores: el deterioro sistemático de la administración pública que abrió la puerta a un proceso insostenible de corrupción pública que está haciendo colapsar las finanzas públicas, pero sobre todo la propia gestión pública. Obras innecesarias o no prioritarias frente al descuido de las prioridades estratégicas de inversión pública. Excesivo empleo público improductivo, usos indiscriminados de subsidios sin resultado reales o con propósitos de utilitarios o politico, mejor dicho, clientelismo excesivo. Consecuentemente lo peor de esta conducta administrativa y de gestión impulsa una política de endeudamiento público perversa.

Y finalmente, completa este escenario de hechos que nos permiten analizar nuestro dilema está representado por la no corrección efectiva de la organización modelo económico concentrado cuya intensidad de capital no permite general los empleos de calidad y cantidad suficiente por la intensidad de capital financiero y tecnológico implicada en el ofrecimiento de servicios internacionales competitivos. La falta de inversion en infraestructura estratégica en el interior del país como por ejemplo puertos y aeropuertos vinculados al mercado global, el apoyo al desarrollo turístico de la totalidad de la potencialidad nacional. Panamá tiene más de cinco mil kilómetros de costas, su biodiversidad esta categorizada como 4.2 por ciento de la biodiversidad mundial, estamos conectado a los mercados del planeta, tenemos una sociedad multicultural y su desarrollo territorial es muy desigual.

Completado la exposición de las causalidades del proceso que nos condujo al presente y volviendo al dilema inicial sobre si los acontecimientos de octubre y noviembre del año 2023 representa un antes o un después, la respuesta es simple y básica: la revolución pacífica y popular del 23 en Panamá es el inicio de un cambio y está en las manos del liderazgo nacional de todas las áreas en convertir las heroicas movilizaciones en cambios permanentes o sea un nuevo paradigma construyendo las instituciones que se necesitan, reformando las desviaciones y eliminando las perversiones institucionales que permita a la sociedad panameña retomar el camino de un desarrollo sostenible, inclusivo y con justicia social. Ese es el verdadero dilema que enfrentamos.

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