Los panameños somos víctimas de nuestra riqueza como nación y de nuestra formación cultural-social. Indudablemente la posición geográfica, el clima y la riqueza natural nos brinda un potencial económico nada despreciable en un mundo de escasez. Nuestra formación multicultural producto de la explotación de esas riquezas nos ha llevado a construir una sociedad de valores y aspiraciones poco apegado a la realidad de la estructura económica y los esfuerzos sociales por aumentar la capacidad productiva nacional de nuestra población. Este fenómeno ha producido una tendencia hacia la corrupción colectiva de la sociedad que hoy amenaza su existencia.

Somos 4.2 millones de panameños que cada año producimos más de 70 mil millones de dólares, tenemos un gobierno con un presupuesto de más de 30 mil millones de dólares y tenemos más de un millón de pobres, una clase media recargada de impuestos y la existencia de una economía paralela producto del lavado de dinero, el narcotráfico y otras patologías económicas sociales del mundo moderno.

Socialmente mantenemos un grado de inseguridad superior al que deberíamos tener y los servicios públicos son precarios, obsoletos y escasos.

Todos estos problemas son de vieja data. Las ultimas 5 campañas política después del retorno del Canal de Panamá al control nacional han marcado una constante en la identificación de los problemas y una solución más lenta de lo necesario para solventar los problemas del desarrollo que enfrentamos cada día.

Las razones de esta realidad vienen desde la falta de voluntad, la limitada creatividad o capacidad de construir soluciones sostenibles nacionales a los principales problemas, a la existencia de una burocracia enferma y sin una dirección estratégica de desarrollo que opera sin coordinación ni objetivos generales, así como el dominio de interés particulares de todo tipo sobre los nacionales se han convertido en un obstáculo al crecimiento y desarrollo nacional. Los monopolios, la narcopolítica, el clientelismo, la corrupción generalizada, el crimen organizado, el desequilibrado e injusto sistema fiscal, el abuso permitido de las compañías privadas que prestan servicios públicos son parte de los problemas estructurales que debemos resolver en el futuro inmediato.

A pesar de todo esto todavía hoy se puede vivir en Panamá, por cuanto tiempo no sabemos, va a depender de nosotros mismos, lo cual requiere toma de decisiones acertadas y certeras en los procesos de escogencias económicas y políticas de parte del Estado panameño y de la colaboración de los otros actores económicos. La solución es colectiva, requiere de buenas decisiones de las partes, lo cual a su vez nos da el primer reto de la gestión pública; encontrar un método de construcción de confianzas basado en la transparencia de la consulta pública y la construcción de consensos sobre como actuar en el futuro inmediato para resolver los problemas que nos aquejan como sociedad.

Este reto inicialmente está determinado por la necesidad de resolver las causas principales del conflicto social actual como lo son lograr el crecimiento y distribuir sostenidamente los recursos para producir los cambios necesarios,  eliminar la pobreza, aumentar la capacidad productiva de la sociedad en su conjunto, reconstruir un sistema de servicios públicos eficiente y eficaz basado en justicia ciudadana y con distribución de costes proporcionales al aporte e inserción económica de los individuos-familias y responsabilidades individuales.

Una apuesta sería a mejorar el sistema educativo, reorientarlo a la visión estratégica de país y elevarlo a estándares mundiales (esto debe ser una condición ineludible y obligatoria en el futuro inmediato); corregir la ineficiencia del sistema de salud pública es una tarea urgente, necesaria y obligatoria si queremos brindar un servicio sanitario con estándares de calidad; el mantenimiento y expansión de la infraestructura productiva requiere de un sistema permanente de mantenimiento y una expansión en base a maximizar su uso por el sector privado.

Lograr todas estas metas requiere un tiro de timón en la estrategia de desarrollo nacional. Primero está claro que la generación de empleo es una necesidad no postergable, hoy solo genera puestos de trabajo el sector gubernamental y la economía informal lo cual indica que hay que aumentar la inversión privada nacional y extranjera, esta última debe ser orientada a lo que el país necesita desarrollar, lo que implica una política de inversión extranjera guiada, algo complejo pero posible.

La inversión del Estado por una parte debe complementar la estrategia de inversión privada y por la otra centrarse en mejorar servicios públicos como salud, agua, carreteras y otros servicios prioritarios ya que una parte del mejoramiento de la calidad de vida de los menos afortunados será mejores servicios públicos.

Finalmente creo que solo una estrategia de desarrollo que apueste por aprovechar al máximo el espacio que brinda todavía la zona de tránsito y su modelo de servicios tantos públicos como privados combinado con una cosmovisión que proponga el uso y el aprovechamiento económico de la totalidad de la geografía nacional.

Específicamente vincular el país al turismo desde diferentes flujos de entrada, igual que el comercio y los servicios:

En Chiriquí debemos conectar a Puerto Armuelles con el mercado asiático, lo cual implica ampliar el transporte de combustible con nuevos oleoductos, expandir la capacidad portuaria local al turismo y al comercio.

David debe ser conectado al mercado centroamericano y caribeño ampliando su aeropuerto y construyendo un sistema de transporte moderno y barato como el ferrocarril para reducir costos y obtener las ventajas comparativas por la posición geográfica, la operación del aeropuerto por una línea aérea de renombre de Norte América podría disparar el turismo residencial y de salud de Tierras Altas, Boquete y David, este esfuerzo dispararía su sector agrícola y todo esto podría ser un trabajo en alianza con el sector privado nacional e internacional.

Bocas del Toro igual que todo el litoral atlántico debe ser conectado a esa enorme y prospera economía turística caribeña, el muelle de cruceros de Isla Bocas deberá ser una realidad y la administración de su aeropuerto podría ser negociado con una compañía latinoamericana o europea y convertirlo en un centro de intercambio de pasajeros de turismo de recreación y de turismo de aventuras-ecológico, esta estrategia permitiría integrar a la región de Ño Kribo de la comarca Ngäbe Bugle, dicho sea de paso, es la región más pobre del país y la más aislada. La carretera del caribe es un reto postergado a terminar que permitiría integrarnos por la costa atlántica panameña con los casi tres mil kilómetros de costa panameñas en el caribe que actualmente no están vinculadas a la próspera e innovadora economía del Caribe que además se complementaría con la nuestra. También en el caribe Panamá tendrá que decidir que hará con las instalaciones mineras, o si retomara el tema minero que pende como una espada de Damocles sobre nuestras finanzas pública.

La ciudad de Colón hay que rescatarla pero sin conexión a un modelo económico más participativo, será un esfuerzo en vano ya que su talento sigue emigrando interna y externamente y los que se quedan muestran una tendencia cultural más retirada con peligrosas patologías sociales, sin embargo Colón tiene potencialidades para convertirse en la Perla del Caribe porque tiene historia, atractivos turístico, ventaja económica comercial turística y cultural, solo necesita atención, impulso y decisiones. Recuperar Colón es prioridad sobre un modelo participativo y distributivo. Colón: puerto libre, Colón: puerto de Crucero, Colón deportivo, Colón como centro de diversión recreación y como centro cultural es posible. Colón está hermanado con el Caribe por lazos de sangre.

La comarca GUNA tiene potencialidades inimaginables. Hay que llegar a acuerdos con sus autoridades en pro de generar los servicios y las garantías para su impulso al desarrollo sostenible ecoturístico y de diversión. Lograr esto los convertiría en la población más prospera del Istmo.

Darién, la perla ecológica, la estamos dejando perder por una política de abandono y de impulso a la ganadería extensiva. La carretera la infraestructura y la seguridad regional podría convertir a Darién en la Disneylandia ecológica de la región, lo que le permitiría enfrentar el flujo migratorio de una mejor manera. La experiencia indica que debemos convertir a Darién y Panamá Este en un segundo proveedor de alimentos para la zona de tránsito en torno al Canal de Panamá.

La ciudad de Panamá requerirá de una administración local con el apoyo nacional más creativa que aproveche más su potencialidad. Se debe convertir la ciudad en la capital de América Latina en varios aspectos. Esto es posible si diseñamos las políticas, planes y estrategia adecuadas. Por nuestro aeropuerto transita más de 17 millones de pasajeros y poco menos de un millón se quedan en Panamá, solo si duplicamos el número ya tendríamos un crecimiento más próspero.

 Arraiján y Chorrera deberán convertirse en las nuevas ciudades de la zona de tránsito, para lo que requerirán infraestructura, servicios públicos y promoción para atraer economías locales en el área industria, servicios y agropecuaria.

Las playas y las provincias centrales ya tienen su dinámica propia. Se debe terminar el puerto de exportación en Aguadulce, desarrollar la zona franca para atraer inversiones y crear un aeropuerto internacional en la región de Azuero y/o Veraguas de apoyo al turismo. El reto está y necesita un gobierno comprometido con la prosperidad de los panameños y un pueblo decidido a avanzar.

Dicky Panay

Panamá, 20 de febrero de 2024

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