Por: Miguel Antonio Bernal.

 “Por ahora nos temen, y es la época de sacar partido. Pero ¡ay! de nosotros si la dejamos escapar. En todo caso yo habré cumplido  un deber señalando el peligro antes de que sea demasiado tarde. Antes que colombiano soy panameño! (Justo Arosemena. carta de 13 de marzo de 1862).

A los panameños nos toca vivir una época que pone a prueba lo que nos caracteriza como personas, nos toca vivir momentos y situaciones que nos enfrentan a tensiones inéditas y nos permite crecer y madurar espíritualmente, nos corresponde ser cada día más comprensivos y más sensibles al mundo que nos rodea y a sus retos, sobre todo a nuestros jóvenes, a quienes sus cualidades ya los llevan, desde temprana edad, a hacer realidades sus sueños.

El Maestro de nuestras Juventudes, Don Octavio Mendez Pereira nos decía:

 “Qué sería de la humanidad sin los juegos y la inconsciencia de los niños, sin las rebeldías y desmanes de los jóvenes, que sería de nuestro progreso moral, sin la savia que salta de cada generación, sin su ansía de actualizar las cosas, sin la protesta de ésta contra la cobardía, resignación, claudicación, complicidad, arribismo o cálculo de los llamados hombres modernos que han visto ya esfumarse sus ideales. No es freno, no es guía  constante, lo que necesitan nuestros jóvenes, sino al contrario estímulos superiores que recojan y eleven cada vez más su energía juvenil, que no es por sobra sino por falta por lo que peca en el fondo”.

Estamos recorriendo las páginas de un libro en las que todos queremos escribir, en las que todos queremos estar. Pero para estarlo debe haber una causa, una razón; enfrentándonos ya en la segunda decada dell siglo XXI se nos ocurren muchas. El conocimiento, el canal, la democracia, la deuda externa, la lucha tecnológica, etc.  Está en cada unos de nosotros el ir preparándonos para enfrentarnos a estos problemas y ayudandonos, ayudar también al país.

La dignidad y el honor de nuestra nación y de nuestra historia, deben pesar cada vez más para fortalecer nuestras instituciones, nuestras aspiraciones, nuestros ideales,  para llenar la función creadora de esa voluntad nacional firme e indivisible para actualizar nuestro futuro y estar presentes en los veloces cambios del mundo de hoy.

La nacionalidad hoy día y, para nosotros, en un día como hoy, como fenómeno político va más allá que la nación.  Lo anterior es importante para comprender el particularismo de los panameños. A finales de 1820 el destino de la nación panameña estaba marcado. Los anhelos panameños eran ya un sentir generalizado en todo el Istmo, y así los patriotas de La Villa de Los Santos, proclamaron la emancipación el 10 de noviembre de 1821.  Los demás pueblos del interior se unieron a la empresa nacional, al sueño libertario.

Es nuestro compromiso hoy como panameños el realizar los cambios que nos permitan librarnos de viejas limitaciones ideológicas y de vergonzosas servidumbres políticas, que nos conduzcan a abandonar la exasperación política que solo contribuye a aumentar la angustia ciudadana ante el vacio de responsabilidades.

Debemos entonces,  aclararnos en conciencia, ¿qué es lo que queremos?, ¿cuáles son los sucesivos pasos a dar? y, qué ritmo conviene a nuestra andadura que, rápida o lenta, no debe ser jamás  titubeante.

Con el Caudillo santeño Belisario Porras afirmamos que:

No está la Patria, no puede existir el patriotismo donde se ponen de relieve símbolos y no realidades, donde en lugar de deberes se habla de derechos, y donde en definitiva los elementos del Estado, significadamente esprituales, buscan en la vida vegetativa el reposo inconsciente que acaba por anular las excelencias de la vida social…La Patria es la fortaleza inexpugnable del progreso y de la civilización , siempre que sus defensores sepan manejar dos armas: la del deber y la del sacrificio.

Todavía podemos salvar a Panamá!  Con las notas del himno santeño, cuna de nuestra nacionalidad, lancemos compatriotas nuestro grito, no solo para derramar laureles de amor en recuerdo de quienes fueron los primeros orfebres de la Patria, si no también para reafirmar nuestro compromiso de asumir con vocación y firmeza, con esperanza y vigor la real, absoluta y verdadera  democratización de nuestra nación. Solo así habrá Patria, solo así podremos estar orgullosos de ser ante todo  Panameños y lograr que por siempre ¡Viva el 10 de Noviembre!   ¡Viva Panamá! 

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