Por: Miguel Antonio Bernal V.

“Si algo significa la libertad, es el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oir” [George Orwell]

Las protestas sociales, que durante las últimas semanas han estremecido el país, evidencian que nuestro pasado inmediato no estuvo más lleno de acontecimientos de esta naturaleza que el presente que vivimos.

Ello hace obligatorio recalcar y tener presente, antes que los acontecimientos lo empujen al olvido, lo que mencionaba, hace un par de días, en mi artículo Arroz con Tuna (www.elsiglo.com) : ”los distintos sectores de nuestra población han tenido la participación, la acción y hasta la resignación, que no conocieron desde la invasión de 1989”.

También es obligante mencionar que, entre lo que más hay que destacar, es la gran cosecha de mentiras, hipocresías, vanidades y egolatrías, con un afán de protagonismo, que la empresa criminal conjunta logró montar a través de la mesa del mareo y del yoconyo, tanto en Santiago como en Penonomé. Mesas sin resultados para los sectores más indifnados, más necesitados, más desempleados, más desatendidos y, también, más engañados de un punto a otro del país.

Es evidente hoy con todo lo acontecido, que el autoritarismo gobernante (que encuentra su refugio en la constitución militarista impuesta hace 50 años y aún imperante), ha logrado fomentar una especie de esquizofrenia social. Al no atreverse a escuchar las demandas de la población, los unos y los otros (que so pretexto del diálogo, se sentaron a la mesa), le han dado la espalda a la principal razón que motivó la ola de protestas: la corrupción y la constitución que la apadrina y protege.

La negligencia, incompetencia e indolencia de un regimen dedicado a robar y vivir del erario, está al origen del descontento acumulado que se ha expresado sin dirección, ni organización, cierto es, pero sí con mucha indignación. Los que se apropiaron de la protesta parecen haberlo hecho para asfixiarla, dado su silencio permanente ante la corrupción generalizada.

El silencio premeditado sobre la constitución militarista que nos ha arrastrado a una sociedad de mercado, dónde todo tiene su precio en vez de tomar en cuenta su valor, hará pagar un alto precio a toda la población que hizo su ensayo general para traspasar los límites de lo posible. 

Los que rechazaron el arroz con tuna, han lanzado sus codepadis y batalloneros, disfrazados de Senafront para que repriman. Ya veremos si les hacemos comer tuna con arroz, en medio del combate cívico que se deberá librar sin temor.

(Este artículo es responsabilidad de su autor).

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