Por: Alfonso Fraguela.

Eran pasada las noches de la noche, y María de alistaba para salir junto a su esposo José de un pequeño pueblo del interior, para esperar la Chiva que los traerían a la Capital, para ser atendida por unos malestares y un sangrado inusual que los cocteles botánicos no habían logrado mitigar, como tampoco los médicos del Centro de Salud. Los pocos recursos que tenían cubrían a duras penas el viaje ida y vuelta, así como la alimentación del día que compartirían ambos durante ese viaje.

Después de varías horas de camino, llegaron a la Ciudad de Panamá que no conocían, y luego de preguntar un buen samaritano los orientó de como podían llegar al Hospital Oncológico. Al llegar a ese nosocomio, con escepticismo y miedo lograron ser atendidos por algunas personas que se encontraban en la recepción, y les explicaron cómo era la mecánica para la atención.

María y José ambos cansados por el viaje, recibieron la atención de unas damas con trajes celestes que les brindaban algunas bebidas, y algo sólido para sostener y aguantar la espera. Estos dos ciudadanos observaban la gran cantidad de personas que esperaban ser atendidos igual que ellos, lo que agudizó más su preocupación por si el poco dinero con que contaban podría alcanzar por si debían quedarse, más del tiempo programado.

Después de varias horas, María escucho su nombre y camino al consultorio donde sería atendida. Luego de explicar lo que le pasaba se concluyó que padecía de un Cáncer en el Cuello de la Matriz que estaba avanzado. Al escuchar ese diagnóstico sus ojos se le llenaron de lágrimas, José tomaba su mano y con la voz quebrada le decía María todo va a estar bien, tranquila Dios nos ayudará.

Este relato se aplica a los 365 días del año, aún al mes de diciembre que estamos envueltos en las cenas, y regalos suntuosos para celebrar la llegada de Jesús quien nació en un humilde pesebre en compañía de sus Padres María y José. En pocas palabras, los contrastes que enfrentamos diariamente nos reflejan que lo que realmente vale de la vida, no nos lo dan las joyas costosas, la cena opulenta, ni los regalos caros.
Lo que realmente es importante, son las pequeñas cosas que dejan huellas.

La necesidad de salvar vidas y atender a la población, debe ser la prioridad de nuestros gobernantes, dotando de los recursos necesarios a los Hospitales, ya que es un deber del Estado garantizar la salud.
Lamentablemente los que ocupan la silla dorada, dejan de lado la imperante necesidad de garantizar el bienestar del pueblo, sin pensar que, con ello, evitarían altos costos y consumos de medicamentos, e inclusive en pensiones de invalidez que suman muchos millones de dólares anuales.

En cambio, los escándalos gubernamentales que vemos en los medios de comunicación demuestran que hay dinero, solamente que se hace mal uso de ellos. Pudiendo tener un Hospital Oncológico en Chiriquí, Veraguas, Coclé y Los Santos, los cuales podrían adquirir unas cualidades más campestres, pero con el recurso apropiado para atender a la población enferma que grita ayuda al gobierno.

Si se hacen ajustes importantes en los gastos del gobierno, se logran cambios trascendentales en ese sentido, buscando con ello tener una población sana, que al final se transforma en ahorro para el Estado.
En estas fiestas de Navidad y de Año Nuevo, cuando recibamos ese obsequio que tanto hemos anhelado, y hagamos nuestras promesas para el 2024, pensemos que hay otros que lo único que piden para Navidad y para el Año venidero es vivir.

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