Por: Miguel Antonio Bernal V.

La indiferencia de distintos sectores de la población ante el acontecer nacional, aumenta en forma descomedida. Ya resulta más inquietante que preocupante, la frialdad con el que los indiferentes reaccionan ante los inaceptables atropellos que, a diario, se perpetran contra nuestras libertades, derechos.

La lectura reciente de una obra que contiene una serie de artículos de la autoría de Antonio Gramsci, en los cuales nos habla de las cosas menudas y de cómo rechazar “la propensa aceptación pasiva de la realidad”.

Traigo a colación algunios extractos de los interesantes planteamientos de Gramsci, particularmente en cuanto al comportamiento de las personas indiferentes al acontecer y a lo que sucede a su alrededor. Quiero, con ello, poner sobre el tapete a mi lectores, algunos discernimientos del connotado intelectual y escritor italiano, que son a mi entender de actualidad inmediata en nuestro medio.

Nos dice Gramsci: “Odio a los indiferentes. Creo que vivir significa tomar partido. No pueden existir quienes sean solamente hombres, extraños a la ciudad. Quien realmente vive no puede no ser ciudadano, no tomar partido.  La indiferencia es apatía, es parasitismo, es cobardía, no es vida.  Por eso odio a los indiferentes.”

La indiferencia es el peso muerto de la historia. Es la bola de plomo para el innovador, es la materia inerte en la que a menudo se ahogan los entusiasmos más brillantes, es el pantano que rodea a la vieja ciudad y la defiende mejor que la muralla más sólida, mejor que las corazas de sus guerreros, que se traga a los asaltantes en su remolino de lodo, y los diezma y los amilana, y en ocasiones los hace desistir de cualquier empresa heroica”.

La indiferencia opera con fuerza en la historia. Opera pasivamente, pero opera.  Es inevitable, es lo que no se puede contar, es lo que altera los programas, lo que trastorna los planes mejor elaborados, es la materia bruta que se rebela contra la inteligencia y la estrangula.  Vivo, soy partisano. Por eso odio a los que no toman partido, a los indiferentes”.

Hoy por hoy, la corrupción es el combustible de la indiferencia ciudadana, y de los indiferentes que contribuyen con su actitud a que el autoritarismo avance y, con el, la destrucción de nuestro presente.

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