“La lealtad es el primero, lo segundo y lo tercero. Si no eres leal, no vales nada”. Esta frase de JIMMY AYALA cobra un sentido aún más profundo cuando se entrelaza con la historia de Pedro y con el verdadero mensaje de la Semana Santa: no solo el dolor de la traición, sino el poder de la redención.
Pedro, el discípulo que prometió fidelidad hasta la muerte, negó a Jesús tres veces antes de que cantara el gallo. Fue un acto de debilidad humana, una caída que lo lleno de culpa. Pero no fue el fin. Su llanto amargo no solo fue señal de arrepentimiento, sino el inicio de su resurrección interior. Pedro cayó, sí, pero se levantó con más fuerza y convicción. Volvió a ser leal, no con palabras, sino con una vida entregada al mensaje de su Maestro, incluso hasta el martirio.
Con ese llanto amargo de arrepentimiento de Pedro es donde entra el corazón de la Pascua de Resurrección. La resurrección de Jesús no es solo un evento milagroso, es una invitación, para mí y a cada uno de ustedes mis amados y queridos lectores. Una puerta abierta para todos nosotros que, como Pedro, hemos fallado alguna vez, ¿pero estamos dispuestos a volver a levantarnos?, al levantarnos tenemos la promesa de que, a pesar de nuestras negaciones, el amor de Dios sigue esperando nuestra lealtad. No una lealtad perfecta, sino una autentica, que nace del alma, atraviesa la carne y transforma el espíritu.
En la Pascua, los que hemos caído en medio de la prueba resucitamos también. Resucitamos en el alma cuando dejamos atrás culpas, resentimientos y viejos miedos. Resucitamos en carne cuando nuestras acciones se alinean con la verdad que creemos. Y resucitamos en espíritu cuando reconocemos que solo con fe podemos transformar nuestras caídas en propósito.
El gallo canto para Pedro y lo despertó del miedo. La piedra se corrió del sepulcro y despertó al mundo entero. Hoy, ese mismo canto y esa misma piedra nos interpelan: ¿Estamos siendo leales a nuestra fe? ¿Estamos dispuestos a resucitar con Cristo, no solo celebrando, sino viviendo con coherencia?
Así como Pedro fue llamado a la lealtad y el mundo fue sacudido por la Resurrección, hoy también tu y yo somos llamados a una fe viva y coherente. Es un llamado no solo a celebrar la Pascua como una tradición, sino a permitir que esa verdad transforme nuestras acciones diarias.
Según mi perspectiva de la verdad, la verdadera lealtad de la fe y en el vínculo de confianza entre personas se demuestra no solo en los momentos de triunfo, sino en los silencios mas profundos y las pruebas mas duras. La lealtad implica estar presente en el dolor del viernes, en el silencio del sábado, y aun así creer con firmeza en que el domingo llegara; es lo que realmente define el compromiso, la esperanza, el cariño, la amistad y el amor genuino.
¡¡FELIZ DOMINGO DE PASCUA Y DE LA RESURRECCIÓN DEL ALMA!!