Por: Alfonso Fraguela

Con el anuncio formal de las elecciones primarias o el inicio del proceso de recolección de firmas, para una postulación independente, vemos frecuente la concurrencia del mismo ciudadano para todos los cargos de elección al mismo tiempo.
Así surge un Candidato a la Presidencia, que quiere ser Alcalde, Diputado, o Representante de Corregimiento, convirtiéndolo en una especie de ungüento chino para los dolores o para eliminar el hongo.
Desconociendo que con esta decisión deja al descubierto que tendremos una mediocridad en cada cargo público, porque primero no podrá ocuparlo obligando a dejar a una persona de su confianza en la posición. Lo que impide que otra persona diferente a su círculo pueda participar.
Esta glotonería política, dará como resultado que se constituya una especie de dinastía, que requerirá no menos de 20 nacimientos de la humanidad para que un aspirante ajeno a ese político pueda siquiera presentarse.
Uno de los ejemplos más marcados vistos en nuestro escenario, es cuando un padre deja al hijo para que aspire al cargo ocupado por él mientras que el padre aspira a otro puesto de elección, teniendo una familia completa en la nómina estatal.
Lo cierto es, que casi nada podemos hacer, ya que las leyes surgen en la Asamblea Nacional, y una vez se logra el escaño político, inicia el proceso encaminado para arraigarse en el puesto por décadas enteras, amañando las normas electorales, creando reservas, residuos, y todo lo que se pueda imaginar, para no desprenderse del trabajo por tiempo definido que le dio el pueblo panameño por 5 años.
La pregunta es ¿qué haremos entonces?, la respuesta es participar cada vez más ciudadanos con el fin de acabar con ese discurso rancio, demagogo y trasnochado que tiene a la población en un nivel de irracionalidad que le tomar una decisión coherente.
He podido escuchar y leer unas propuestas que son un adefesio a la intelectualidad, debido a que las funciones para cargo están definidas en la Ley y cada servidor público incluyendo a los electos están obligados a acatar la constitución y las normas vigentes.
Para que lo entienda un niño de 5 años, “el particular puede hacer todo lo que la ley no prohíba, mientras que el servidor publico puede hacer solamente lo que la ley señala”.
Creo que debemos velar por evolucionar, cambiar estos esquemas enfermos del candidato ungüento, porque, aunque la patria está enferma, las propiedades de dicho candidato están degradadas, y lo único que hará será mancharnos la piel.
Se hace necesario atender con seriedad las reformas electorales, y avocarnos a un nuevo pacto social, que no permita aspirar a todos los puestos a una sola persona, así como a la reelección en los cargos, necesitamos dar un golpe de timón.
De esa manera cada candidato electo, sabrá que su periodo tendrá término de vencimiento y quizás se preocupe por dejar un buen nombre ligado a su vida pública, y no que tendrá toda una vida para vivir de la vida pública.

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