Por: Miguel Antonio Bernal  V.

“El desempleo forzoso, llamado también desocupación, paro o cesantía, es el resultado de la falta de oportunidades de trabajo, en una sociedad que obliga a parte de su población económicamente activa (PEA), al paro obligado, al subempleo o al ejercicio de actividades de ecpnomía informal. El desempleo puede ser de varias clases:  cíclico, estacional o estructural”.[Enciclopedia de la Política-de-Rodrigo Borja]

Nuestro país lleva lustros padeciendo del síndrome laboral, cono resultado de políticas públicas, planificación, prevision y correctivos, en relación con lo que se ha dado a llamar el Mercado laboral.  Hoy por hoy, el problema del desempleo entre la población panameña no cesa de agravarse. Pero, claro que se nos mantiene más que desinformados sobre el tema y, por ello, las consecuencias del desempleo, resultan más negativas y con graves afectaciones a nuestro tejido social.

En artículo reciente (ver La Estrella de Panamá, 21 de marzo 2023), el asesor empresarial Renee Quevedo, llamaba la atención a sus lectores sobre la “catástrofe laboral panameña”, al destacar que:

Según información del Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC), el sector privado perdió unos 364 mil empleos formales, 42% de los más de 873 mil existents a agosto 2019.  Adicionalmente, a 284 mil trabajadores privados se les supendieron sus contratos de trabajo (43 mil no recuperaron sus empleos).  Es decir en el primer año de pandemia, 3 de cada 4 e3mpleos formales del sector privado desaparecieron o fueron suspendidos”.

Otras cifras que nos brinda el articulista son tan pavorosas que ameritan que prestemos la atención debida a las mismas y a la laertas que nos vienen dando expertos sobre el tema, como Renee Quevedo. Sin embargo, observo con preocupación y pavor, el poco me importa de los quew gobiernan y de la casi totalidad  de ls que aspiran a gobernarnos. Las abominables decisiones politiqueras que se viene tomando en lo que al tema del desempleo se refiere, evidencian elm poco respeto hacia la dignidad de la población laboral, del campo y la ciudad, así como el evidente desprecio, entre otros, al Artículo 23 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y al Pacto Internacional de Derechos Económicos y Sociales.

Escribo estas líneas como un timbre de alerta de una situación que, más temprano que tarde, traerá mayores malestares, descontentos, insatisfacciones, crispaciones y desasosiegos, a las ya existentes.

(Este artículo es responsabilidad de su autor).

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