Por: Miguel Antonio Bernal V.
Veritas filia temporis
Los múltiples esfuerzos, que hacen diversos sectores ciudadanos, para enfrentar la corrupción y la impunidad caen más y más en el vacio. Ello es así, por las barreras y murallas legales que protegen a ambos flagelos e impiden que se logren los resultados que los sectores honestos y decentes esperan.
Cada día surgen múltiples evidencias que nos confirman que el sistema judicial panameño no está preparado para enfrentar y sancionar, de manera decidida, las manifestaciones de la corrupción y de la impunidad, cualquiera que sea su forma de aparición. Y, cada día también, la sociedad parece rechazar los elementos de convicción necesarios para estimar, en forma razonable, la comisión de diversos delitos.
Sumemosle a lo anterior, el hecho de cuán díficil nos resulta a los ciudadanos confiar en magistrados, jueces, fiscales, personeros, dada la absoluta ausencia de independencia, transparencia y rendición de cuentas de los mismos a la sociedad. Estancados en prácticas administrativas obsoletas, en una abulia a la actualización que les corresponde practicar en lo teórico-doctrinal, además de la “obediencia debida” al autoritarismo presidencial, es evidente que el progreso de la denominada “admibistración de justicia” no acaricia sus lares.
Durante la dictadura ( 1968-1989), Panamá no era un país que tenía un ejército, pero si un ejército que tenía un país. Desde entonces hemos pasado a ser unaq empresa criminal conjunta, con un Estado a su servicio. La teoría de la empresa criminal conjunta, sustentada por un sinnúmero de connotados autores de diversas academias, es olímpicamente ignorada por los “operadores” de justicia y por sus auxiliares. No es enseñada en nuestras Facultades de Derecho, pues manejan la política de evitar que los futuros abogados resulten más preparados, más analíticos y más críticos que los burócratas ensimismados en su rol de simuladores de derecho.
No hay la menor duda que el estado famélico de las normas constitucionales en nuestro medio, contribuye enormemente a complicarnos aún más las cosas y, muy especialmente, en el terreno de la justicia, en nombre de la cual se cometen tantas injusticias, que también forman parte de la cadena de verdades incómodas.
(Este artículo es responsabilidad de su autor)