En Panamá la ilegitimidad nos mata

Por: Miguel Antonio Bernal V.

Para la Ciencia Política, “la legitimidad es la justificacsión ética del orígen del poder, del ejercicio del mando político, de la procedencia y aplicación de la Ley o de cualquier otro acto de la autoridad pública”.

También es sabido que no siempre lo legal es legítimo: “La legalidad es, -por definición-, la armonía con la Ley, mientras que la legitimidad es la conformidad con los principios inspiradores del orden jurídico”.

Durante los últimos tres años de gobierno autoritario y autocrático del PRD y sus aliados del sistema partidocrático, la población panameña ha tenido oportunidad de constatar cómo, en defensa de sus intereses y de los de la plutocracia asociada, han retomado un dominio absoluto sobre la sociedad. En ello, la colaboración de los Órganos Legislativo y Judicial ha sido determinante en la implantación de un Ejecutivo autoritario y autocrático (aún cuando bicefalo).

Los ejemplos abundan pero, basta referirnos a lo acontecido durante la pandemia, cuando se valieron de la misma como excusa para pisotear las libertades y la garantías fundamentales, a través de decretos y normativas juridicas para nada legales y menos legítimas.

Así las cosas y contando con una constitución militarista, impuesta hace medio siglo y utilizada como fachada del constitucionalismo autoritario y, por ende ilegítimo, vienen ejerciendo el poder en forma exclusiva. De ahí el por qué se resisten a cambiar la constitución impuesta a través de un mecanismo de plena participación ciudadana, que no es otro que el de un proceso constituyente, el cual no tiene nada que ver con lo planteado por los gatopardistas del 314.

Sabido es que la ilegitimidad no tiene en todas partes el mismo desenvolvimiento, de igual forma que el Derecho Constitucional no tiene en todas partes el mismo comportamiento. Lo que si tiene el constitucionalismo es la obligatoriedad de crear y desarrollar los mecanismo de control sobre el poder político, para limitar su comportamiento irracional.

Ante el alto grado de ilegitimidad y autoritarismo al que, a diario, nos buscan someter, debemos mantener en alto una perspectiva optimista a fin de que el actual e ilegítimo “orden constitucional”, sea remplazado cuánto antes por uno más humano y progresista, a través de un proceso constituyente.

(Este artículo es responsabilidad de su autor).

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