Por: Miguel Antonio Bernal V.

La persistente elusión de la necesidad de un real y verdadero cambio de nuestras estructuras estatales, a través de un proceso constituyente democrático, de plena participación ciudadana, lleva al país por derroteros impredecibles.

El inicio del Plan General de Elecciones 2024 (PLAGEL), por parte del triunvirato del Tribunal Electoral, ha vuelto a abrir  las puertas, de par en par, a los enquistados vicios de un sistema político cuyos estertores son más que visibles.

En efecto, las cúpulas partidocráticas y sus satelites insertos en la sociedad civil, han comenzado a desplegar sus tentáculos para retormar los cantos de sirena de cada lustro. Además de las odiosas, pero inseparables prácticas oportunistas, de clientelismo, caudillismo, electorelismo y demás. El escenario es el mismo y los actores principales y sus espectadores, también.

Mientras tanto, el conformismo continua avalando la mediocridad que se ha apoderado de los que dirigen los órganos del Estado y sus diversas ramificaciones. “Desde la publicación de El Principio de Peter la tendencia a eliminar a los no mediocres se ha ido confirmando regularmente y hoy hemos llegado a un punto en el que la mediocridad de hecho hasta se recomienda…Mediocracia es, por lo tanto la palabra que designa un orden mediocre que se establece como modelo.”

Vemos entonces cómo, el oportunismo se ha ido convirtiendo en una necesidad social que es requerida por la sociedad y mucho más, en estos tiempos en que el autoritarismo preside la corrupción y la impunidad imperante, puesto que “la mediocracia lleva a todo el mundo a subordinar cualquier tipo de deliberación a modelos arbitrarios promovidos por instancias de autoridad”.

La mediocracia con su ejército de mediocres crece en nuestro medio aun más, gracias al aporte de los gatopardistas, los del cambio para que nada cambie, en su afán de alcanzar y asegurar su propia existencia sin que nada cambie.

Por ello su aversión a que la población conozca sus libertades, sus derechos, sus garantías, a través de un proceso pacífico de cambio que le permita ir generando los mecanismos para controlar la irracionalidad del poder político imperante.

Hoy por hoy, por más que traten de tergiversar el papel democratizador de un proceso constituyente, los mediocres y los gatopardistas no se saldrán con la suya, Más temprano que tarde la ciudadanía se activará para reairmar que no hay otro camino, porque la Constituyente es el camino.

(Este artículo es responsabilidad de su autor).

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