Por: Miguel Antonio Bernal
Los que luchamos por el futuro
somos siempre estorbados por
los corruptos y por los que nada
intentan.
El estallido social del pasado mes de Julio, desplazó sin titubeos a la pandemia social, económica y política, que veniamos arrastrando en Panamá. Sin embargo, las mesas del mareo, han logrado imponer, una vez más, la continuidad de la democracia secuestrada.
Las movilizaciones que se dieron han traido nuevos actores al escenario nacionalm con demandas que apuraron el volcán de los corruptos locales a continuar en su afán por robar, en lugar de gobernar y a multiplicar sus despropósitos de atracar el erario por todas partes.
Nos corresponde a los ciudadanos que tenemos convicciones patrioticas y no fenicias o cipayas, reaccionar aun más y afianzar en nosotros, el propósito de lograr que emerja en Panamá, de una vez por todas, un democrático y verdadero proceso constituyente, como instrumento de los imperantes reclamos cívicos y democráticos de la población.
Nuestro Panamá está hoy día, más fragmentado socialmente y con una agravada y manifiesta incompetencia política, de parte de los gobernantes politiqueros de sus espoliques, y de los que optaron en la mesa del mareo, convertirse en curanderos y no en sepultureros del autoritarismo imperante.
Hoy reitero que, si “Las limitaciones de las acciones ciudadanas a las crecientes inequidades y el oportunismo político, seguirán imperando bajo la normativa constitucional existente y, reforzadas con la regresiva legislación social, económica y electoral, destinada a favorecer a la partidocracia y sus patrones económicos”, la replica de los sucesos de Julio se convertirá en un revolcón popular.
La ausencia de objetivos comunes dónde, los que más poder tienen, más pueden, les permite ahora más que antes con la excusa del diálogo del yoconyo y las “mesas técnicas”, –vía la manipulación- arrebatarnos el ayer, no dejarnos que tengamos el hoy y tampoco quieren que alcancemos un mañana.
Es por ello que, hartos como estamos de la política tradicional, en la que la corrupción y la impunidad, le permiten a los corruptos querer negarnos el futuro posible al que tenemos derecho, debemos actuar decididamente para producir los cambios necesarios fuera de un ambiente de emergencia y de crisis. No podemos seguir de espaldas al mundo globalizado y menos aún apadrinar la violencia que, los bajocres de la empresa criminal conjunta que gobierna, buscan imponer.
La democracia en Panamá no ha alcanzado el rendimiento institucional necesario a una sociedad moderna. Ello se debe al querer hundirnos en los más deleznables criterios electoreros que impiden la elevación de la calidad de nuestra vida pública. Esto acarrea que las estructuras clientelistas de poder continuen sin rendir cuentas, sin ser transparentes y huerfanos de sentido democrático.
El mañana para todos es posible si nos despojamos, de una vez por todas, del querer continuar con la idea de introducir correcciones, reformas, enmiendas, remiendos y/o parches a una Constitución fallida. Si nos negamos a entender nuestro compromiso ciudadano de cuidarnos, de los que patrocinan, apadrinan, encubren, promueven y viven para, con y de, la corrupción y la impunidad.