Es un derecho de todo ciudadano del mundo, el poder manifestar su inconformidad ante alguna acción que el gobierno de turno pueda adoptar y que considere lesiona el bienestar general de todo un pueblo, inclusive el suyo propio. De allí que los llamados a protestar nunca serán vistos como ataques dirigidos a derrocar a los gobiernos, si los mismos se realizan respetando el derecho a terceros, al libre tránsito o respetando las propiedades públicas y privadas.

Pero cuando detrás de cada manifestación colectiva, se desborda la anarquía, la violencia y el interés de defrenestrar a las autoridades, irrespetando la voluntad popular, es entonces cuando se debe mirar con cuidado que buscan los cabecillas que se autoproclaman dirigentes sindicales, civiles o como quieran llamarse.

Y decimos esto porque para muestra ya han habido suficientes botones en América Latina y Sur América, donde por ejemplo, la incursión de izquierda ha dejado a su paso, la muerte de la democracia, la imposibilidad de poder pensar y expresarse libremente , y ni hablar de los grupos sindicales cuyas acciones radicales acabaron en nuestro país con un distrito próspero, que al sol de hoy, ninguna transnacional seria mira para establecerse, producto del atraco al que sometieron a la Chiriqui Land en su momento.

Hacemos un llamado a la cordura, a mirar muy bien a quienes dan sus aplausos, porque para muestra debemos recordarles que estos sujetos actúan vestidos con piel de oveja, pero en su interior son lobos hambrientos, con sed de venganza y cuyas propias frustraciones los llevan a idear estrategias que dividan al pueblo en falsas luchas clasistas. Ojo: que ellos sabrán muy bien que luchas «enarbolar», y como revestirlas de inocentes y justas aspiraciones , pero que en el fondo aspiran a convertir a nuestro país en otra Cuba o Venezuela.

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