Por: Miguel Antonio Bernal V.

Leyendo La Palabra del Día, publicación cotidiana que nos ilustra diariamente sobre el mejor uso de nuestro idioma, me encuentro con la palabra truculento que, en nuestro medio ha dejado de ser de uso corriente a pesar que debería ser, diría yo, de uso cotidiano.

La palabra proviene del latín trucŭlěntus, con el significado de ‘que tiene aire, aspecto duro, cruel, feroz, amenazador’. Cicerón la usó en la expresión trucŭlěntīssimum facinus  ‘crimen muy atroz’.  El término significa “que asusta o causa horror por su excesiva crueldad o, si se trata de una historia, por el dramatismo con que se presenta: Es una película truculenta”

Aprendo que Lope de Vega ya empleaba ese vocablo en su Jerusalén conquistada (1609): “El pueblo al son del truculento Marte Levantò la cerviz al daño atenta, Que el sueño con sus lazos humillaba, Y vio humilde la mar, la tierra brava”.  Y que, en la lexicografía hispánica, truculento aparece registrado desde el Diccionario de Autoridades (1739), pero ya había sido empleado por Cervantes en el Quijote (1606). 

El vocablo es actualmente de uso corriente en nuestra América, como vemos en este fragmento de La ciudad de las bestias (2002), novela de Isabel Allende: ”Sus hermanas todavía sufrían pesadillas con los vampiros y zombies escapados de sus tumbas que aquella abuela malvada invocaba en la oscuridad. Sin embargo, no podía negar que eran adictos a esas truculentas historias”.

Me ha parecido interesante compartir con los lectores de esta columna lo aprendido sobre esta palabra, especialmente por la ausencia -en nuestro vocabulario cotidiano-de una palabra que nos auxiliaría enormemente para alertar, describir y señalar una serie de acciones y situaciones que se vienen perpetrándo por lustros contra los derechos y garantías ciudadanas, que impiden  el fortalecimiento de la tan necesaria seguridad jurídica.

Lo truculento de la situación socio económica y política ante la cual nos encontramos, hace obligatorio que nos empoderemos como ciudadana para ponerle un alto definitivo  la misma y que los truculentos se vean obligados a abandonar sus tracalerías.

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