Por: Miguel Antonio Bernal V.
El fracaso de la democratización en Panamá es, hoy por hoy, innegable. No ha habido una voluntad y compromiso ciudadano de crear los mecanismos necesarios para elllo y, los colectivos politicos, han actuado como comejenes de la democracia.
El sistema político imperante, que fuera impuesto por la constitución militarista del 72, vive un progresivo desgaste, que lo lleva a estar hoy más desprestigiado que ayer y menos que mañana. La población panameña vive un desasosiego ante las serias dificultades por las cuales atraviesa. La calidad vida es inhumana y la indignación, la frustración, el cansancio y el hastío están a los orígenes de la decepción y la frustración. Ello es así por más que los medios de comunicación y los comunicadores voceros de la propaganda gubernamental, traten de ocultarlo.
Por más que lo nieguen, la bancarrota del sistema está ahí, junto al inmenso deseo de cambio que recorre los espacios ciudadanos, mientras el barco naufraga en manos de góbienos mediocres, que se han encargado de destruir valores para promover su corrupción antipatriota.
Son muchos los dramas que mortifican a la opinión pública, huérfana de alternativas propias para salir adelante. La corrupción y los corruptos se encargan de velar para hacer ver que no hay bancarrota el sistema, que las elecciones solucionarán los problemas que hoy nos agobian. Su desespero por conservar o alcanzar el poder no tiene límtes.
Panamá y su gente, están más que urgida de transformaciones. Lo que aquí llaman la “clase política”, ha podido actuar y seguirá actuando por la desvergozada complicidad, la inhumana indolencia e indiferencia de todos aquellos que han optado por ser espectadores pasivos y no, actores activos.
Los abusos que hoy nos aterran y siembran miedo, son los que hemos permitido por no querer conocer y defender nuestras libertades y nuestros derechos, por no haber querido darnos un nuevo y moderno pacto social y por abrirle las puertas, de par en par, a un odioso y vulgar autoritarismo, en lugar de conocer, proteger, mantener y defender los valores cívicos que nos permitan hacer Patria.
Si no despertamos y reaccionamos, en los meses que quedan antes del fraude electoral que ya asoma, arderemos en el infierno de una política en manos de mediocres secuestrados por bajocres. `Reflexión, crítica y reacción se imponen como tareas ciudadanas cotidianas, ante la bancarrota de un sistema autoritario, inhumano, antipatriota y antidemocrático.
(Este artículo es responsabilidad de su autor).