Por: Juan José Ramos

En las últimas semanas, algunos profesionales de redes sociales, gremios magisteriales, dirigentes con ideología recalcitrante del SUNTRAC, y fanáticos en redes sociales han lanzado una afirmación a la opinión pública que preocupa por su ligereza y falta de fundamento: “En Panamá no hay democracia”. “Mulino es un dictador”. “El gobierno está entregado a USA”. Estas declaraciones, repetidas en medios y redes sociales, buscan según mi perspectiva de la verdad, instalar la idea de que vivimos bajo un régimen represivo, cuando la realidad es diametralmente opuesta. Si algo caracteriza al Panamá de hoy es precisamente la vigencia de los derechos y garantías fundamentales que son pilares de una democracia funcional.

Sí, en Panamá hay protestas. Y sí, la gente se manifiesta, opina, critica y organiza huelgas. ¿No es eso, justamente, una prueba de que la democracia existe? En una dictadura, ninguna de esas expresiones sería posible sin consecuencias severas como por ejemplo Venezuela o Nicaragua. Por eso me sorprende y hasta me indigna que quienes gozan a plenitud de estas libertades sean los mismos que acusan al país de ser autoritarios, siendo ellos amigos de Nicolás Maduro y Daniel Ortega.

Ahora bien, protestar no significa tener licencia para violar la ley. Cerrar calles, impedir el libre tránsito, afectar a terceros o paralizar servicios esenciales no es protesta pacífica, es violencia. Es una agresión contra los derechos de miles de ciudadanos que nada tenemos que ver con los reclamos de turno. La Constitución panameña es clara: la libertad de expresión y de reunión esta garantizada, pero no por encima del orden público y los derechos ajenos.

La actuación de la policía, cuando interviene para garantizar el libre tránsito, no es represión: es cumplimiento del deber. Y la democracia también se demuestra en la forma en que se responde a esas intervenciones. Un ejemplo claro fue lo ocurrido con los trabajadores del SUNTRACS detenidos en la construcción del Hospital del Niño: fueron llevados ante autoridad competente, se respetaron sus derechos, y el proceso legal siguió su curso. Así es como funciona una democracia: con reglas, con instituciones y con justicia.

Comparar esta situación con el régimen militar de los años 80 no solo es falso, sino una manipulación peligrosa. Aquel fue un periodo oscuro para Panamá, sin libertades, sin elecciones libres, sin prensa independiente y con represión real. Hoy, los tres poderes del Estado funcionan con independencia. Hay medios críticos, redes sociales activas, gremios, sindicatos y ciudadanos que se expresan sin miedo. ¿Dónde está, entonces, la dictadura?

Y es aquí donde vale la pena rescatar una opinión que compartió la One Two en su red social X con gran claridad, lógica y sentido común: “Si los gremios que cierran calles quieren afectar a alguien, váyanse a la Asamblea Nacional y háganle la vida imposible a los diputados. Allí están los que hacen y aprueban las leyes. O váyanse a la Presidencia de la Republica y pernocten ahí hasta que los atienda el Presidente. Pero no perjudiquen a quienes no tenemos la culpa y tenemos que perder un día de trabajo o llegar tarde porque la calle es un infierno.” “No todos compartimos las mismas idea, ni todos podemos sacrificar el trabajo por luchar al lado de gente que no quiere escuchar. Y lo peor de todo: cuando se les pide sentarse a dialogar, tampoco lo hacen. Celebrar el caos como si fuera una lucha legitima solo demuestra que no hay verdadero fundamento detrás. Yo no decido lo que aprueba este gobierno, pero si tengo que pagar las consecuencias. Y eso sencillamente, no es justo.”

Amados y queridos lectores, puedo decir que esta voz ciudadana de la One Two refleja lo que muchos panameños sentimos. Las protestas no deben convertirse en castigos colectivos para esas mismas personas que dicen ellos defender. Si el descontento es contra quienes toman las decisiones, enfóquese ahí la presión. Pero no se disfrace de justicia social una estrategia política de conquista del poder que castiga al pueblo por igual.

El verdadero reto no es protestar, sino hacerlo con responsabilidad. La democracia no es el caos, ni el abuso disfrazado de derecho. La democracia es respeto, dialogo y convivencia en el marco de la ley. Quienes cierran calles en nombre de la libertad están, en realidad, saboteando la misma libertad que dicen defender.

Y ESO, PANAMÁ NO PUEDE NI DEBE PERMITIRLO.

Comparte

Write A Comment