La Asamblea Nacional Popular le ha designado para un tercer mandato de cinco años (2023-2028).
El presidente de China, Xi Jinping, ha culminado este viernes un largo proceso para lograr un poder absoluto en China después de que la Asamblea Nacional Popular le designase para un tercer mandato de cinco años (2023-2028), inédito entre sus predecesores.
Cerca de 3.000 delegados han votado a favor de una nueva prórroga del mandato del presidente durante la Asamblea Popular Nacional en Pekín, una de las principales reuniones del Partido Comunista Chino. Además, Han Zheng, que fue alcalde de Shanghái entre 2003 y 2012, ha sido elegido vicepresidente del país.
Tras ratificar su puesto como secretario general del Partido Comunista en el XX Congreso de la formación celebrado el pasado octubre, Jinping controla también la Comisión Militar Central, cargo que equivale al de jefe de las Fuerzas Armadas, lo que ratifica un dominio incuestionable sobre los tres brazos del poder: el Estado, el Partido y el Ejército.
Los retos de su nuevo mandato
La creciente rivalidad con Estados Unidos, el potencial conflicto con Taiwán -isla que Pekín reclama-, los retos demográficos o reactivar la economía, maltrecha por la burbuja inmobiliaria y por los tres años de aislamiento como consecuencia de la estricta política del cero covid, serán algunos de los desafíos para Xi Jinping en el próximo mandato .
Para afrontarlos, el mandatario ya se rodeó en el XX Congreso de un nuevo equipo con hombres de confianza, quienes tendrán que rendir cuentas para lograr metas como la “prosperidad común”, la “autosuficiencia tecnológica” o la “reunificación” de Taiwán.
El propio Xi ha advertido muchas veces de que China navegará en un “mar tormentoso” en los próximos años, lo que augura llamados a la máxima obediencia y a la unidad en el seno del Partido Comunista de China.
Pero su mayor desafío, según los expertos, será lidiar con la incesante y creciente tensión entre Washington y Pekín: “China quiere convencer al mundo de que su modelo de desarrollo funciona y puede superar a Estados Unidos“, comenta el profesor Xie Maosong, de la Universidad de Tsinghua, al diario South China Morning Post.
“Pero para llegar a esa meta, Xi debe primero reactivar la economía y cumplir con los objetivos de autosuficiencia tecnológica en medio de un entorno externo hostil y desfavorable“, agrega.
Además, Xi inaugurará su mandato después de que el pasado diciembre afrontara protestas insólitas por el descontento popular ante la política de “COVID cero” que condicionó la vida en el país.
No en vano, su tercer mandato también levanta suspicacias entre quienes auguran “un empeoramiento de los derechos civiles y políticos, los cuales ya estaban gravemente restringidos, dado que las autoridades responden a las quejas con más censura, detenciones arbitrarias y represión“, según denunció el año pasado la ONG Human Rights Watch.
Trayectoria en el poder
En los últimos años, y a fin de llegar a este escenario, ha logrado eliminar de la Constitución la frase que establecía un límite de dos mandatos consecutivos, además de incluir sus teorías políticas en el texto para agrandar el culto a su personalidad y de la concentración del poder en torno a su figura.
Nacido en Pekín en junio de 1953, Jinping se alistó en el PCCh a los 22 años, pero antes de comenzar a escalar posiciones en la formación tuvo que esperar a la rehabilitación del clan familiar: a su padre, vice primer ministro a principios de los 60, lo purgaron durante la Revolución Cultural -no fue liberado hasta 1975-, mientras a él lo “transfirieron” a una región remota de la provincia de Shanxi.
Poco a poco se labró fama de pragmático y ambicioso, y comenzó a construir su propia red de fieles en las provincias costeras del país -las más desarrolladas- hasta ser nombrado gobernador de la de Fujian y, después, secretario del PCCh en Fujian y Shanghái.
También estuvo en el lugar y el momento adecuado: a finales de la década de 2000, el Partido buscaba un candidato con pedigrí y se pensó en él -aupado por la figura de su padre, rehabilitado y encumbrado durante las reformas de la década de 1980- para sustituir al entonces presidente Hu Jintao.
El Partido Comunista de China apostó por un liderazgo fuerte, lo que le valió para conseguir en 2012 la secretaría general de la formación y, al año siguiente, la presidencia del país bajo la promesa de combatir la corrupción imperante -aunque los críticos aseveran que usó esa estrategia para erosionar a sus rivales- y sentar a China en la mesa de las grandes potencias del planeta.
El Partido lo apostó todo a la carta de Xi, enterrando las reformas que Deng Xiaoping introdujo en 1982 y que durante décadas estructuraron un poder colegiado y limitado que evitara los excesos de la era de Mao Zedong.
Aunque el culto a la personalidad ha existido hacia otros líderes chinos, como el carismático Jiang Zemin, fallecido el año pasado, Jinping comenzó a promocionar guías teóricas que anunciaban la llegada de una “nueva era” en la que China se modernizaría para 2049, año en que la República Popular conmemorará su centenario.
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