Por: Miguel Antonio Bernal V.
La sola palabrita es para espantar a cualquiera. Pero, para evitarlo, definamos la misma: estratificación proviene del latín stratum, cuya definición según Larousse, es “manta -que si se aplica a la geología-, es masa mineral aplicada en capas y, si es en meteorologia, es “nube que presenta la forma de una faja larga”. Pero no estamos en esas ciencias sino, en la ciencia de lo judicial.
El Organo Judicial, en nuestro Panamá, es una serie de estratos superpuestos y con jurisdicción de los superiores sobre los inferiores. Los que leemos o escuchamos las noticias vemos la dominación legal de la Corte Suprema de Justicia (miren que dice Suprema), sobre todos los otros niveles o estratos. Luego siguen los Tribunales Superiores y, después, los Juzgados de Circuitos que, como Atlas según la mitología griega, son los que sostienen el mundo legal.
Pero, ¿por qué necesitamos que el hijo de Júpiter tenga semejante carga tan pesada? Bueno debe ser así, a menos que queramos volver a los tiempos de capa y espada para defender nuestras vidas y derechos.
Ahora bien, volvamos a los estratos. Cada uno (o pueden ser de varias unidades como los Juzgados de Circuito) son legalmente independiente pero por supuesto, sujetos a las legislaciones existentes. Ellos son los intérpretes de Ley en su estrato. Y sus disposiciones y argumentos legales son ciertos veraces y legales. Ningún otro estrato puede, ni debe inmiscuirse en sus decisiones o interpretaciones de la Ley.
Los cambios o desacuerdos con estos dictámenes o decisiones legales sólo pueden ser objetadas por un estrato superior, llámese un Tribunal Superior o la Corte Suprema. Sin embargo, se debe recalcar que las decisiones del estrato aludido no deben ser influidas por los estratos superiores. De no ser así, los representantes legales de un ciudadano harían sus peticiones directamente al estrato superior, para que sea justo y final.
Pero, la marea nos trae información de Jueces de magistraturas superiores que quieren dictar y que tienen línea directa con jueces y tratan de influir en sus ponencias y decisiones. Estas solicitudes, de ser ciertas, rayarían en la ilegalidad por ser contrarias a los principios básicos de la Ley y serían congruentes con la inmoralidad judicial.
Es necesario e indispensable, ponerle mucho cuidado a esta situación de existir e insistir y reafirmar la estratificación real y sostenida de nuestro sistema legal.