Por: Miguel Antonio Bernal V.

Lo que hoy acontece en el Órgano Legislativo, amerita más de un análisis ciudadano que de la abulia qué predomina. Se nos dice que: “Una sindemia es la concentración de dos o más epidemias o brotes de enfermedades en una población que interaccionan con, y son condicionadas por, las circunstancias sociales, políticas y económicas de tal población durante un periodo y lugar determinado“. Dichas retroalimentaciones tienen consecuencias en las situaciones diferenciales de salud/enfermedad de las poblaciones.

En este sentido, la sindemia se apoya en dos conceptos base:

1- La concentración simultánea de enfermedades como resultado de condiciones políticas económicas y sociales y

2- la interacción de las morbilidades en la manera en que agrava los efectos en la salud atribuibles a situaciones sociales diferenciales o inequitativas.

El término, que es un neologismo creado con la unión de las palabras sinergia y epidemia, fue acuñado por Merrill Singer a mediados de la década de 1990 y desarrollado en su libro “Introduction to Syndemics. A Critical Systems Approach to Public and Community Health“, publicado en 2009.

Singer propone el término al trabajar con poblaciones afectadas por VIH al notar que tal padecimiento tenía más prevalencia en personas en condiciones sociales excluyentes. Así, da cuenta que la acumulación de enfermedades en entornos de desigualdad social potencian efectos desfavorables a la salud. En el sentido de las políticas públicas, la concepción sindémica se diferencia de enfoques prevalecientes “socialmente neutros” que enfatizan el tratamiento de las epidemias desde el punto de vista exclusivamente biomédico (atención al patógeno que causa la enfermedad, tomando cuenta al paciente y sus antecedentes o comorbilidades), obviando factores “eco-sociales“.

Dicho lo anterior, si queremos – en verdad-, entender el comportamiento de “los hunos y de los otros” (Guillermo Sánchez dixit), basta entonces con echar a un lado, la superficialldad, la emotividad y la irracionalidad y, entender de una vez por todas, que de la Asamblea como colectivo y órgano fallido, no hay NADA que esperar a favor de las necesidades de las mayorías nacionales.

Como colectivo, sirve a la partidocracia que lo controla a su antojo.
Como órgano ya se atrofió lo suficiente para actuar de manera diferente
Como representante de las esperanzas ciudadanas correctivos, no olvidar que son como los patos: si no lo hacen entrar, lo harán al salir.

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