Por: Miguel Antonio Bernal V.
Hoy por hoy, la formación social panameña no está encaminada hacia la estructuración y consolidación de un verdadero Estado Constitucional Democrático. Al contrario, las perspectivas que afloran de parte de los factores reales de poder conducen a preveer que el autoritarismo constitucional seguirá dominando y el fortalecimiento de un Estado policíaco es cada vez mayor.
Basta señalar el nulo interés de las autoridades de los tres Órganos del Estado en afirmar la observancia y la salvaguarda de los Derechos Humanos. Poco es lo que se hace en ese terreno y las consecuencias no se pueden ocultar. Las desigualdades sociales van en aumento y, con ellas, el hambre, la miseria, el desempleo, la violencia intrafamiliar, los crimenes y un largo etc. Pero también mantienen abiertas las puertas a la decepción, frustración, pesimismo, desesperanza, resentimientos, desesperación.
Dentro de ese panorama, la situación se agrava- aún más-, en los grupos como los niños, las mujeres, los ancianos, los indigentes, cuya seguridad jurídica, económica y social es muy vulnerable.
Las desventajas que viven esos grupos en nuestro Panamá, se han ido afianzandoi debido a la subvaloración de la protección de los niños, de la mujer frente al hombre, la subestimación hacia los ancianos y la horrible estigmatización social del indigente. Lo anterior nos evidencia cuán poco se respeta en Panamá, la dignidad del ser humano.
Las cifras que brindan los organismos internacionales sobre Panamá, en lo económico, laboral, social, educativo, salud, son para no dormir. Sin embargo, todos somos testigos cómo, mientras se nos anuncia un presupuesto nacional que raya los 33 mil millones y se nos dice que -en Panamá- más de 200 mil personas pasan hambre, el gobierno de turno y sus cómplices , mantienen un acelerado despilfarro del erario y no cesan en sus prácticas antipopulares, antidemocráticas y antinacionales.
No podemos, ni debemos como sociedad continuar asumiendo una actitud de desprecio o de pasiva commiseración hacia quienes por fuerza de las circunstancias, llevan una vida subnormal y altamente lesiva del derecho a la igualdad que debe imperar.
No vemos voluntad de parte de la partidocracia, ni de las diversas “organizaciones” empresariales, profesionales, gremiales, etc, de proponer acciones que nos llven a superar la desigualdad y la discriminación ascendentes. Panamá vive un sistema de “apartheid” que desnuda completamente al decadente presente, al tiempo que nos desvía de un futuro promisorio.