Por: Oscar Castillo
Técnico de Comunicaciones

Por décadas, los panameños hemos visto a los lagos Gatún y Alhajuela como el gran motor del Canal de Panamá. Cada tránsito por las esclusas depende de esas aguas, acumuladas en la cuenca del río Chagres. Sin embargo, lo que muchas veces pasa desapercibido es que esos mismos lagos también sostienen el agua potable de millones de personas. El vaso que llega a la mesa en Ciudad de Panamá, San Miguelito, Arraiján, La Chorrera o Colón, tiene su origen en esas reservas hídricas que comparten un delicado equilibrio entre la economía global y la vida diaria de nuestro país.
En años de abundancia, esa dualidad se resuelve sin sobresaltos. Pero cuando la sequía golpea, como ha ocurrido recientemente, el dilema se agudiza: ¿cómo garantizar agua suficiente para las familias, sin comprometer la competitividad de la vía interoceánica? La respuesta no puede ser escoger entre la gente y el Canal, sino usar de manera incremental y planificada los lagos para consumo humano, con obras, gestión eficiente y transparencia
Las potabilizadoras que sostienen la vida urbana
El caso más emblemático es la planta Federico Guardia Conte, en Chilibre. Con capacidad de unos 250 millones de galones diarios, es la columna vertebral del suministro para la capital y San Miguelito. Su fuente es el río Chagres, regulado por el lago Alhajuela. Sin esa planta, la mitad del país se quedaría literalmente sin agua.
Junto a ella, operan instalaciones estratégicas de la Autoridad del Canal de Panamá. La planta de Miraflores, en servicio por más de un siglo, continúa entregando agua al IDAAN para abastecer sectores de Panamá Oeste. En Colón, la histórica planta de Monte Esperanza, también bajo responsabilidad de la ACP, ha sido la fuente tradicional de la ciudad atlántica.
En paralelo, el IDAAN ha avanzado con nuevas infraestructuras para reducir la dependencia de un solo punto de toma. La planta de Sabanitas II, con capacidad inicial de unos 30 millones de galones diarios y posibilidad de duplicar esa cifra, se alimenta directamente del lago Gatún para reforzar el suministro a la ciudad de Colón y sus corregimientos vecinos. Este proyecto es clave para superar los frecuentes episodios de desabastecimiento en la costa atlántica.
Lo que viene en construcción
Uno de los proyectos más relevantes es la planta de Gamboa, actualmente en desarrollo. Su diseño contempla una obra de toma en el río Chagres, antes de desembocar en Gatún, con una aducción de más de 11 kilómetros. Esta potabilizadora añadirá redundancia al sistema, aliviará la carga de Chilibre y servirá de respaldo en situaciones de emergencia o mantenimientos programados.
En Panamá Oeste, el proyecto conocido como José G. Rodríguez (Howard) también forma parte de la cartera prioritaria. Su misión será reforzar el suministro en el arco periurbano hacia el oeste, una de las zonas de mayor crecimiento poblacional del país. Aunque todavía se requiere mayor claridad pública sobre su fuente exacta de captación y cronograma, su inclusión en los planes estratégicos apunta en la dirección correcta.
Estas obras son parte de una estrategia que busca repartir la presión sobre los lagos del Canal, sin depender de un solo punto de extracción y con capacidad de respuesta ante sequías prolongadas.
La amenaza del clima y la presión de la demanda
La urgencia de avanzar en estas soluciones no es caprichosa. Los modelos climáticos advierten que, bajo escenarios de altas emisiones, las sequías severas serán más frecuentes en la cuenca del Canal. En la práctica, eso significa menos agua disponible en Gatún para tránsitos y consumo humano al mismo tiempo.
Al mismo tiempo, la demanda de la población crece. Cada expansión urbana, cada nuevo barrio en Panamá Norte o Panamá Oeste, representa más presión sobre la planta de Chilibre, que ya opera al límite de su capacidad en horas pico.
Más allá de las obras: gestión y transparencia
Construir nuevas plantas es indispensable, pero no suficiente. El país necesita una gestión de la demanda más seria: reducir pérdidas en las redes urbanas, mejorar la medición, sectorizar la distribución y ajustar las presiones. Cada litro ahorrado en fugas es un litro menos que debe salir de los lagos.
Igualmente, hace falta un salto en transparencia. La ACP ya publica la tarifa oficial de sus potabilizadoras, pero sería saludable contar con reportes periódicos sobre producción por planta, volúmenes extraídos de cada lago y niveles de pérdidas en la red. Mostrar con datos que cada metro cúbico adicional tiene un propósito y un control es fundamental para sostener la confianza ciudadana.
Una agenda de confianza
El uso incremental de los lagos Gatún y Alhajuela no significa abrir la llave sin límite. Significa planificar con precisión: cuánto, cuándo y desde dónde se capta; para quién se distribuye; y cómo se compensa esa extracción con ahorro, obras y nuevas fuentes como el futuro lago de Río Indio.
En este tema no caben discursos vacíos. La gente quiere ver grifos funcionando, y el mundo necesita ver al Canal operando para nuestro propio beneficio. Ambos objetivos son compatibles si se sostienen en ingeniería de calidad, decisiones firmes y un compromiso de rendición de cuentas.
El agua del Canal no solo mueve barcos. También mueve la vida de millones de panameños. Y ese doble valor, económico y humano, debe estar en el centro de cualquier estrategia hídrica nacional.

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