Donald Trump ha demostrado a lo largo de su carrera política y empresarial una fuerte tendencia marcada hacia la confrontación y la imposición de sus caprichos, incluso cuando la realidad en su entorno demuestra que sus posturas son insostenibles en espacio y lugar. Su recurrente terquedad en el tema del Canal de Panamá hoy no es la excepción.

Licenciado Juan José Ramos.

Desde hace muchos años, Trump ha expresado su desacuerdo con la transferencia del Canal a Panamá, un proceso reivindicativo generacional que culminó en 1999 tras los Tratados Torrijos-Carter. Ha insinuado, sin fundamento alguno, que Estados Unidos debería ejercer el control sobre la vía interoceánica, ignorando así los acuerdos internacionales y la soberanía de la tierra istmeña. En su retórica tóxica nacionalista, el presidente de USA ha llegado a sugerir que la pérdida del Canal fue un error estratégico, lo que resuena y hace eco con sus seguidores, pero carece de un sustento realista en el concierto de las naciones libres y democráticas del mundo.

Para los nacionales y extranjeros El Canal de Panamá no solo es un emblema de soberanía para Panamá, sino también una infraestructura neutral clave para el comercio global, operada con mucho orgullo con eficacia, efectividad y eficiencia desde su traspaso por panameños y panameñas. El capricho de Trump de que EE.UU. debe retomar el control sobre el canal reflejan una visión anacrónica de la política exterior, más cercana a la doctrina imperialista del siglo XX que a la realidad actual.

Además, su postura ignora el contexto geopolítico moderno, donde potencias como China han aumentado su presencia en la región. Mi opinión es que Panamá, como país soberano, tiene el derecho de decidir con quién establece acuerdos comerciales y de inversión. La miopía de Trump en este tema no solo es obstinada, sino que demuestra una desconexión con la diplomacia internacional y la autonomía de los países latinoamericanos.

En definitiva, la terquedad de Trump con el Canal de Panamá es un reflejo más de su visión unilateral y su desprecio por la cooperación internacional. En un mundo interconectado, donde la diplomacia y el respeto a la soberanía son esenciales, para lograr una convivencia pacífica entre naciones, ya que posturas como la suya solo generan tensiones innecesarias y refuerzan la imagen de UN LÍDER AFERRADO A UN PASADO QUE YA NO EXISTE.

Por: Juan José Ramos
Lic. Adm. de Empresas.

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