Por: Miguel Antonio Bernal V.
20. LA INSTALACION DE UN PROCESO CONSTITUYENTE ORIGINARIO INMEDIATO
De igual manera que es imposible un Estado sin Constitución, también es imposible una Constitución sin Estado. No olvidemos que: “la Constitución es la puerta a través de la que el Derecho entra en la vida del Estado”.
En otras palabras, el Derecho (Derecho en sí, no la norma) no es originado por el poder constituyente, sino es su condición.
Y, de igual manera “el poder constituyente es el poder de constituirse, un hecho derivado de un acto voluntario colectivo”.
Se ha dicho, con justa razón, que “el poder constituyente es la aurora de la normatividad”
En los estertores de su mandato, Juan Carlos Varela Rodríguez, propuso la convocatoria de una asamblea constituyente “paralela” con base en lo previsto en el 314 de la Constitución Nacional. Buscaba con ello darle vida al fracasado intento de la partidocracia de alcanzar, desde la perspectiva del gatopardismo, una reforma constitucional excluyente y manipulada., pero sin que se produjece ningún cambio.
La partidocracia aun promueve este proceso (y que fuera el mismo que en el 2004 con el Pacto MAMI (Martin- Mireya), que arbitrariamente impuso dicho precepto con limitaciones al poder constituyente en contradicción con lo señala el Artículo 2º de la misma Carta Magna. Recientemente, también en los estertores de su gobierno, Cortizo ha declarado que apoya una quinta papeleta, pero no para que nos demos una nueva Constitución, sino para reformar por quinta vez, la actual que cumplió 50 años de impuesta.
Pretender restringir de esta manera, el poder ciudadano y las atribuciones de una Asamblea Constituyente, equivale a desvirtuarla y convertirla en una caricatura.
La constituyente originaria no está sujeta a ninguna Constitución; ejerce su poder constituyente como una potestad absoluta y soberana que le permite, si lo estima conveniente, tomar otras determinaciones –más allá de reformar la Constitución o dictar una nueva ley fundamental– para encaminar al Estado por senderos que sus mandantes (los electores) juzguen adecuados.
Esa es nuestra tarea, ese es nuestro compromiso, esa es nuestra obligación no solo con la actual generación sino con las futuras para dejarles a nuestros hijos un mejor país y una verdadera república dentro del clima de una democracia social….!