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OTRO ENFOQUE

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Por: Julio Bermúdez Valdés

La pasada semana se cumplió un año de la desaparición de la niña Aderlyn Yerena. Ya antes, la desaparición de otra niña, Mónica Serrano, que a estas alturas ya debe ser adulta, había estremecido a la sociedad panameña.

Por la forma como ocurrieron los hechos, en el caso de Aderlyn, un secuestro a plena luz del día, ejecutado ante la sorpresa e ingenuidad de sus amiguitos, proyecta las características de un evento de trata de personas. ¿Con qué fines? Nadie lo sabe hasta ahora, solo se puede suponer que encaje dentro de las tantas variantes implican estos actos.

De acuerdo con la oficina de Naciones Unidas para drogas y crímenes, la trata de personas es un problema mundial, uno de los delitos más vergonzosos, que priva a millones de personas de su dignidad, donde, la explotación sexual es la más conocida, pero también se realiza con fines de trabajo forzoso, servidumbre doméstica, mendacidad infantil o extracción de órganos .

Es la llamada esclavitud del siglo XXI que, con formas operativas empresariales se ha convertido, después de las armas y las drogas, en el delito más lucrativo del crimen organizado, pero de igual manera en uno de los retos más letales a los Estados y de mayor vergüenza para una sociedad que lo ve realizarse ante sus ojos con una aterradora indiferencia y reacciones leves, incapaz de su superarlo en organización, abuso y sadismo.

¿Qué lo hace posible? ¿Cuál es su mercado? En el caso de la explosión sexual, numerosas publicaciones sobre el tema retratan la pobreza, las necesidades o simplemente el oficio, como el escenario donde operan los tratantes para trasladar a millones de mujeres desde sus países de origen a lucrativos mercados donde acaudalados clientes las compran para ensayar con ellas las más bajas aberraciones.

Las engañan con cuentos de trabajo en otros países, y una vez llegan a su destino les quitan sus pasaportes, las retienen contra su voluntad o les aplican modalidades de amenazas que comprometen la seguridad de sus familias. Pero en su desarrollo, el crecimiento de este delito ¿solo se debe al genio de la delincuencia?

Una de las modalidades más dramáticas e inhumanas, que ya se practica por décadas es la trata de personas para extraerle sus órganos. ¿Cuánto se puede pagar en el mercado negro por un buen corazón, o un riñón en buen estado? La pregunta no solo arrastra la podredumbre del acto, sino las implicaciones de profesionales de la medicina que se prestan para estos actos..

Obviamente, sea la modalidad que sea, lo que queda en evidencia es la incapacidad de un sistema para proteger a sus asociados, para detener el delito en ciernes, para castigar a los arrogantes que lo practican. (JBV).

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