Por Alfredo Franceschi
Periodista e historiador
No sorprenden las declaraciones del presidente de la República, José Raúl Mulino en Costa Rica. Desde los tiempos de la cruzada civilista, su voz ha estado ligada a la defensa de la democracia y a la firme convicción de que las instituciones deben prevalecer por encima de cualquier interés particular.
Antes de las elecciones, todos sabían lo que estaba en juego. Mulino tuvo que plantarse con firmeza frente a quienes intentaron impedir su candidatura y un triunfo que se veía venir.
Fueron días difíciles, marcados por incertidumbre y tensión, pero también por la determinación de un hombre que no se doblega ante la adversidad.
La carrera política de Mulino nunca ha sido fácil. En el gobierno de Ricardo Martinelli, aportó con fuerza en dos ministerios clave, el entonces Ministerio de Gobierno y Justicia y después el Ministerio de Seguridad Pública, en donde dejó huella en la gestión pública.
Luego vino la persecución política y seis meses de prisión que hoy pocos recuerdan, pero que él resistió con entereza. Esa experiencia lo forjó aún más y demostró que su vocación democrática no es solo un discurso, sino una práctica de vida.
Quienes lo conocen saben que el presidente Mulino no se deja abatir sin defenderse. Por eso, sus palabras en San José no espantan: fueron declaraciones valientes, dichas con plena conciencia de las reacciones que provocarían. Esa franqueza es parte de su sello personal.
Hoy, el Presidente está escribiendo su historia. Lo hace con claridad, sin temor y con la verdad como guía. Nunca ha sido diferente y todo indica que continuará ese mismo sendero, convencido de que la democracia se defiende con hechos, firmeza y convicción.
