No recuerdo que en algún momento China y Estados Unidos, hayan tenido a lo largo de su historia, al menos relaciones cordiales, ya que por lo visto serán siempre como el agua y el aceite. Pero, con lo que jamás podré estar de acuerdo, jamás es, con que alguna de estas dos potencias mundiales, intenten imponer por la fuerza, nuestra política hacia otros países.
Dicho lo anterior ahondaré en el porque de mis cavilaciones a inicio de semana, y no puedo menos que traer a mi memoria los últimos meses en que entre ambas naciones se dicen, se atacan, se ofenden y en medio de toda esa diatriba, allí pequeñitos, pero al parecer de mucho valor para estos países está Panamá.
Pretender que una Nación que tiene de manera emblemática el sello «Neutralidad», en su paso canalero para el mundo, de buenas a primeras decida con quien si y con quien no, es decir, con quien se hacen negocios a nivel de países, o lo que es peor y mas vergonzoso, «amenazar» a sus ciudadanos con el retiro de una visa, si no «cortas» relaciones o programas con otro país, resulta solo comparable con el niño que se retira de un juego y se lleva la manilla y el bate para que nadie más juegue.
Ambos países, China y Estados Unidos son grandes, fuertes, con una economía insuperable y por demás amigos de los panameños. Con China nos ha unido lazos desde la construcción del Canal, donde participaron miles de chinitos, son gente pacífica que han convivido con nacionales, han prosperado y han ayudado a muchos a contar con una fuente de empleo.
Jamás ha escuchado usted, que a diferencia de otras nacionalidades, los chinos atenten contra la paz y tranquilidad que mantenemos en Panamá.
Por otro lado y no menos importante, Estados Unidos se ha portado como un hermano mayor, impactando en nuestra economía, y turísticamente al igual que China, son excelentes destinos, y ni hablar de que ambos son importantes usuarios del Canal, lo que redunda en nuestra economía y todos los aportes que el Canal de Panamá, le generan a las diversas obras que con sus fondos se construyen.
Ante este panorama, resulta lamentable y es deplorable ante los ojos del mundo, que un país intente utilizar un documento de entrada a una nación, como método de presión en su lucha por el poder sobre todo porque los ciudadanos comunes y silvestres no definen los resultados y por demás, lo que logran con este tipo de acciones es el repudio generalizado, que se convierte en obstáculo para ellos mismos.
Con todo lo anterior, no queremos decir que uno u otro sea mejor, tenga más o menos razón. Panamá es libre y soberana. Toma sus propias decisiones, y no son fuerzas externas las que deban pretender convertir nuestras determinaciones a los que les favorezca. Es solo cuestión de respeto. No se trata de otra cosa.
Si usted me dice, amable lector, que los Estados Unidos evaluará con detenimiento quien entra o no a su territorio, si se trata de personas de mal vivir, terroristas, narcos, asesinos, lavadores de dinero, o cualquier otro tipo de delincuente que ponga en peligro la vida y seguridad de sus habitantes, se lo aplaudo. Pero un ciudadano común, que decida importar artículos eléctricos de China, carros, grifería o lo que sea, o que solo haya ido a turistear a la Gran Muralla, o a la ciudad prohibida del Emperador… dígame, dónde está el peligro? Porque si de eso se trata, solo hay que ver en Beijing, cuantas empresas transnacionales norteamericanas están establecidas .
Hay un dicho que reza: SE CAZAN MAS MOSCAS CON MIEL, QUE CON HIEL«, y eso a diferencia del querido Mickey Mouse, el Osito Panda lo ha aprendido, al lanzar su campaña, si «Mackey te rechaza, el Osito Panda te abraza». Por lo pronto entiendan que Panamá, es libre y soberano, para tomar sus propias decisiones y nada que sea a la fuerza termina bien.
Se trata de una pelea de colosos, de gigantes, y así debe continuar, sin meter a los más pequeños de la región, quienes perfectamente viven en armonía con ambas naciones.