Por:Juan José Ramos. En noviembre de 2025, la República de Panamá alcanzará 122 años de vida independiente. A lo largo de este tiempo, nuestro país ha transitado por distintas etapas: gobiernos liberales y conservadores en sus inicios, una dictadura militar que marcó dos décadas, y una democracia joven que, aunque estable en forma, aún lucha por madurar en fondo.

Este largo trayecto republicano ha estado marcado por aciertos, pero también por omisiones históricas que han dejado cicatrices profundas en el tejido social, económico e institucional de Panamá. Problemas estructurales como la corrupción, la debilidad institucional, el clientelismo político, la deficiente educación pública y el colapso de servicios esenciales como la salud, la seguridad social y la infraestructura, no son fruto de un Presidente de 11 meses, sino de décadas de gestión deficiente o complaciente.

Cuando el bipartidismo se sentía invencible, el Partido Cambio Democrático (CD), rompe el mito de 5 años tú y 5 años yo, y entonces se da el legado del Partido Cambio Democrático contra todo pronóstico y después de 10 años llega de forma muy accidentada, pero con “Paso Firme,” José Raúl Mulino, postulado por las banderas de los partidos políticos: Realizando Metas (RM) y ALIANZA.

En ese contexto, vale la pena hacer un repaso objetivo: el Partido Cambio Democrático (CD) solo ha tenido cinco años de gobierno (2009–2014) en este extenso periodo de 122 años de vida republicana. Sin embargo, ese quinquenio marcó un hito en materia de infraestructura, modernización y ejecución de proyectos emblemáticos. Obras como la Cinta Costera, el Metro de Panamá, la expansión de carreteras, la renovación de escuelas, el Parque Eólico en Penonomé, hospitales, etc., son parte del legado tangible que aún hoy genera impacto que otros gobiernos no han podido superar.

En la actualidad, el Partido Realizando Metas (RM) y el Partido Alianza, liderada la gestión de gobierno por el Presidente José Raúl Mulino, ha asumido la enorme responsabilidad de gobernar un país cargado de deudas, no solo económicas, sino también sociales, institucionales y morales. Mulino ha heredado una nación desbordada por exigencias legítimas, pero también saturada de expectativas, muchas veces desproporcionadas, para un gobierno que apenas empieza a desplegar su plan nacional de trabajo.

¿Es justo responsabilizar a quien aún no ha tenido tiempo para actuar? Frente a este panorama, surge una pregunta ineludible: ¿Es justo culpar a un presidente con menos de un año en el poder por los problemas que arrastramos desde hace más de medio siglo? Las protestas y reclamos sociales son expresión legítima de una democracia activa.

Amados y respetados lectores, yo no discuto el derecho del pueblo a exigir, pero sí estamos obligados todos a cuestionar la deshonestidad intelectual y política de quienes, sabiendo que estos males tienen raíces profundas, prefieren convertir a José Raúl Mulino en chivo expiatorio antes que asumir la autocrítica como sociedad o como miembros activos de ese bipartidismo pernicioso.

Como Defensor de Oficio de la Verdad internalizo que muchos de los que hoy alzan la voz en las calles fueron también protagonistas activos o pasivos de gobiernos que permitieron y fomentaron el deterioro del país. Otros han ocupado cargos en gremios, sindicatos o movimientos sociales que, lejos de construir, han sido obstáculos permanentes para el diálogo, el consenso, el desarrollo nacional y la madurez del sistema educativo público.

Según mi perspectiva de la verdad, Mulino merece el beneficio de la madurez democrática. Un país serio no se construye con ataques infundados ni con juicios prematuros. Mulino merece, como todo presidente elegido democráticamente, el tiempo mínimo para implementar su visión de país. Solo entonces podrá ser evaluado con justicia, no por la emoción del momento o por su estilo y forma de comunicar sus mensajes, sino por los resultados medibles de su gestión.

Como sociedad debemos madurar. Debemos aprender a distinguir entre la crítica constructiva y el oportunismo de la consigna o la retórica. Entre la protesta legítima y la manipulación de ideologías recalcitrantes. Y, sobre todo, debemos reconocer que los males que nos aquejan hoy no nacieron ayer, y mucho menos con la administración actual de José Raúl Mulino.

Hoy más que nunca, Panamá necesita una ciudadanía crítica, sí, pero también honesta, informada y dispuesta a colaborar con quienes intentan reconstruir lo que otros dejaron en ruinas.

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