Por: Miguel Antonio Bernal

En medio de una deuda pública por encimada,  de los 55 mil millones de balboas, acompaña de una perversa distribución de la riqueza que favorece el aumento de la pobreza, nuestro Panamá enfrenta grandes retos para los cuales, hay que decirlo, no estamos preparados.

Sin una política exterior claramente institucionalizada, a pesar de lo determinante de la misma en un mundo globalizado y amenazado, todo parece indicar que en lugar de acercarnos a los correctivos urgentes, nos distanciamos gracias a la ausencia de una desidia participación ciudadana.

Es prudente constatar -de manera más asidua y permanente- el ausentismo del civismo en nuestro diario devenir. Ausencia que denota una clara falta de objetivos como sociedad y de la ausencia de un norte colectivo para progresar.

El civismo, como se sabe, siempre ha sido considerado una virtud privada, de utilidad pública. De igual manera es visto como”la ilusión de una sociedad que sería digna del hombre”. Sin embargo, en nuestra formación social ha venido siendo desaparecido -y desapareciendo-, tanto como virtud y como ilusión. El autoritarismo constitucional se ha encargado durante los últimos diez lustros, de no dejar rastro de lo que tanto se cultivó durante los primeros cincuenta años de vida republicana.

La historia política y social de la humanidad,  nos enseña cuán valioso ha sido el civismo para los pueblos del mundo que lo han llevado a la práctica y lo han hecho parte de sus instituciones. Sabido es que las denuncias de la inmoralidad, de la decadencia de las costumbres colectivas, alterna desde hace ya dos siglos con la exaltación de las virtudes ciudadanas y de las instituciones de socialización.

En Panamá, nos han hecho tomar la ruta de ciudadanía sin civismo, lo cual hoy podemos constatar ante la creciente debilidad de nuestra identidad nacional y la fragilidad de la dignidad que debe acompañarnos en la actuales circunstancias y amenazas foráneas que nos invaden.

Nos toca, a todos, recuperar el tiempo perdido y el camino del civismo de los derechos y deberes y participar de lleno en la plena reconstitucionalización, a través de la alfabetización constitucional, para la seguridad colectiva que tanto requerimos y salir adelante como sociedad, como nación y como República.

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