Por: Dicky Panay
Después de la decisión de la Corte Suprema de Justicia de Panamá sobre el tema minero, su fallo abre una nueva necesidad en el área de la gestión económica nacional. Según cifras no oficiales la operación minera aportaba el cinco por ciento al Producto Interno Bruto del país, cifra que pesa mucho estadísticamente para los creyentes en la magia per se del PIB. Solo un recorderis: crecimiento no es sinónimo de desarrollo.
Con el fallo, por el momento Panamá debe renunciar a su enorme patrimonio minero, lo que abre un incierto y complejo escenario económico. Esto es así porque a pesar de una economía de tránsito que por primera vez el pais contaba con un motor de crecimiento fuera de la zona de operación del modelotradicional, la economia local minera la cual tomó más de quince años en establecerse que fue eliminada con el fallo.
La economía verde como algunos intelectuales del patio han anunciado será el nuevo paradigma de desarrollo. Es un proceso muy complejo y que requiere capital y recursos humanos, además de la disponibilidad de acceso a tecnología de punta en materia de comunicaciones e infraestructura, de transporte moderno y accesible, además requiere de la construcción colectiva de un proyecto nacional orientado hacia una economía verde culturalmente contraria a nuestra cultura nacional mas inclinada a la desbastación.
Si queremos como sociedad ir hacia un modelo verde, necesitaremos nuevas reglas para el uso del territorio nacional, adecuarlo para el turismo y los servicios, que pueden atraer el mercado internacional, necesitaremos inversión pública y privada para potenciar viejos y nuevos atractivos. Si queremos ir a un modelo productivo verde necesitamos innovación, creatividad y un modelo diferente de inserción al mercado internacional.
El modelo vigente es intenso en capital, lo cual implica no generar las plazas de trabajo en cantidad y calidad suficiente para atender la población laboral que cada año se incorpora al mercado, no tiene capacidad redistributiva para corregir las asimetrías en la distribución del ingreso entre los panameños. Sin embargo, existen espacios para expandir los servicios internacionales y convertir a Panamá en un centro de recreación mundial.
Por otro lado, el sector agropecuario es intenso en el uso del recurso tierra y a la vez causa bastante impacto en el medio ambiente debido a las prácticas productivas utilizadas y por el modelo de financiamiento. La industria panameña está en manos extranjeras salvo contados casos, atiende al pequeño mercado local y mantiene una reducida o nula capacidad de competencia internacional a causa de la similitud de la producción industrial y la poca incorporación de tecnología. Sin lugar a dudas, podemos afirmar que de mantenerse las políticas públicas y las prácticas privadas actuales estos dos sectores aportarán poco a la generación de empleo y a la redistribución de la riqueza, una de las grandes patologías económicas de la sociedad panameña.
Finalmente, en el corto plazo parece que solo es posible apostar al turismo y al impulso de la pequeña empresa, para reinsertar el mercado informal al sistema económico nacional y fortalecer la Caja del Seguro Social, hoy en peligro por la incapacidad manifiesta de los responsables de transformarla. En el corto plazo, es necesario orientar la política pública y los flujos de inversión privada hacia el sector turístico, que es por definción el salvador cuyuntural del país hasta completar la transcision a un nuevo modelo de crecimiento y desarrollo.