Por: Alfonso Fraguela
Lo que fue la semana pasada, nos dejó un sabor agridulce en el paladar, ya que lo que debió servir para rectificar los errores cometidos con la Sanción de la Ley 406 de 2023 sobre el Contrato de Contrato-Ley de concesión minera, no fue evaluado en forma fría y consciente, desconociendo lo que el pueblo piensa y quiere.
La demostración en las calles es simplemente el descontento social con el gobierno, por tomar decisiones sin consultar con los ciudadanos sobre algo tan serio como es el tema Minero y el futuro del país.
Lo que debió ser una reacción inmediata del gobierno, encaminado a evitar mayores desastres materiales y el impacto negativo en la economía nacional, no llegó.
Todo ha dado pie para que las especulaciones lleguen hasta la orilla, y se piense que para seguir gobernando se busca mandar el mensaje de desestabilización social que impida la realización de las elecciones el próximo 5 de mayo de 2023. Esta conjetura toma mayor fuerza, por la conducta ejecutada por el gobierno en este momento crucial que vive la nación panameña.
El mejor ejemplo es que en una semana hubo dos mensajes a la nación por el presidente. El primero sirvió para atribuirle la responsabilidad de todo lo ocurrido con la Minera y el Estado a otros, mientras que el segundo sirvió para decirle al país que no habrá más concesiones futuras.
Este último anuncio es como pretender apagar un fuego, con gasolina. Perdiendo la oportunidad brillante de brindarle a la población la posibilidad de una paz social mínima de fin de año. El mantener posiciones que son simple y llanamente controversiales cargadas de soberbia, no son las herramientas apropiadas para propiciar un diálogo social equilibrado y respetuoso.
Esperamos como todos los ciudadanos de este país, que somos respetuosos de la Constitución y las leyes, que el ambiente que actualmente se vive sea superado, de forma tal que el país se desarrolle tranquilo en democracia, hasta el final del mandato presidencial número 38.
La silla presidencial no es una posición de supremacía de un jefe de gobierno sobre el resto de los ciudadanos. Es el instrumento para estar cerca del pueblo, con una humildad que lo haga grande por sus actos, y por saber bridarle un mejor futuro a su gente.
Lamentablemente, muchos olvidan el símbolo que tiene una banda presidencial y el poder que gira alrededor de una silla dorada con el escudo de Panamá, y al verse deslumbrados por las bondades del cargo se vuelven pequeños y egoístas, olvidando que de la forma como subieron volverán a bajar, pero en esta ocasión con el desprecio ciudadano.