Por: Alfonso Fraguela González

Debo reconocer que ya nada me sorprende, y lo digo por el nivel tan bajo al que están llevando al primero Órgano del Estado. Los que ya no están, los que llegaron y los que se quedaron, no se han preocupado por dejar un nivel de prestigio profesional, ni sus nombres muy alto que digamos.
Lo que vimos, es la muestra más vulgar y corriente de personas que pretenden representar a la población panameña, que les brindó un voto de confianza y es precisamente lo que vimos lo que no queremos, restregándonos en nuestro rostro el error al momento de emitir un voto.
El discurso de inmaculados que muchos profesaban al inicio se ha visto empañado con actos de este nivel, que nos refleja el tipo de sociedad que tenemos y que estamos secuestrados por la mediocridad, y el chabacanerismo.
Los niveles de educación que muchos dice que tienen, porque se han dedicado a coleccionar diplomas solamente constituyen tiempo sentado en un aula de clases, donde la educación cultivada no logró florecer.
Cada semana es más dantesco lo que vemos, y resulta hasta lascivo con lo que debemos esperar de los padres y madres de la Patria.
Las funciones de los diputados las describe la Constitución Política cuando de manera taxativa señala que son legislativas (Artículo 159), judiciales (Artículo 160) y administrativas (Artículo 161). Pero lo que estamos viendo representa una deshonra al cargo que ocupan.
Cuando Panamá nació como República, surgió de un acto de valentía dentro de una clandestinidad por temor a la seguridad de quienes impulsaron nuestro nacimiento como nación independiente. Lo que, en su momento, es entendible y respetado.
Por ello de manera progresiva, fueron surgiendo figuras representativas de nuestra historia, que pensaron dejar un legado para las futuras generaciones de panameños, de una nación bien cimentada, que, aunque pequeña demostró y sigue demostrando que ruge como un León, cuando encontramos a fuerzas externas que quieren desconocer nuestra historia, la conquista, la sangre y el sudor de quienes nos precedieron.
Ojalá los diputados comprendan que están ahí no por ganarse un salario como servidores públicos electos, sino como ciudadanos que tienen tres responsabilidades, la primera con los arquitectos de nuestra patria quienes ya no están, y les dejaron la vara de medición muy alta, por tanto, deben honrarlos, la segunda con el pueblo que los eligió, que va más allá del circuito de donde salieron, y la tercera con la responsabilidad es hacerlo bien.
Porque dejar una huella es de lo que se trata.

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