Por: Alfonso Fraguela

No veo nada, todo esta oscuro, siento que floto o levito y después de varias horas se abre una fisura de donde se ve una luz brillante, que me impide ver con claridad.
Inmediatamente después, algo me toma y me saca del espacio oscuro donde tuve durante varios meses y una nalgada me hace llorar para lograr que mis pulmones funcionen.
Escucho la voz de una mujer preocupada pregunta ¿está bien doctor? ¿está completo? ¡dígame doctor! y luego se escucha la voz de un hombre responderle ¡felicidades eres madre!
Otras mujeres que estuvieron presentes en ese instante exclamaron ¡le presento a su hijo! y esa mujer que acababa de dar a luz rompió en llanto y decía recurrentemente ¡mi príncipe, mi bebé!
Fue en ese momento, empecé a vivir, no recuerdo la cantidad de inyecciones que me pusieron, ni mucho menos las operaciones posteriores como la circuncisión ni tampoco las amígdalas. Así como la fiebre que me ocasionaron, salir del blindaje que me brindaba el cuerpo de mi mamá.
En la medida en que fueron pasando los días, estaba en casa creciendo, jugando y viendo caricaturas. Me reía de todo mientras descubría el mundo. Hasta que llegó la prueba de fuego, y era asistir a la escuela que habían elegido mi Madre y Padre para educarme.
Era la primera experiencia donde podría compartir con otros niños, cultivando las amistades de la escuela y experimentar el universo social e infantil de un niño.
Ese primer día, aún lo recuerdo de forma vivida, mi mamá me acompañó al salón de Kinder, y me recibió mi primera maestra Xiomara Candanedo. Al momento de despedirse, mi mamá me dijo “recuerda que debes subir al bus que te llevará a casa y es el número 7, allá te estaré esperando”.
Se imaginan, para un niño eran los primeros pasos que nos preparan para ser independientes, eso lo aprendí mucho años después. Mis compañeritos lloraban por sentir quizás la separación propia de esa nueva etapa de la vida.
Las páginas del tiempo siguieron transcurriendo de manera acelerada, como cuando caen las hojas del otoño y llega una nueva estación llevándome a culminar la secundaria y la universidad. Mientras los consejos de mi Madre eran permanentes, inclusive cuando salí con esa chica que tanto me gustaba, por primera vez.
Sus palabras fueron “ella es una dama y como tal debes tratarla con mucho respeto, te he educado para que seas un caballero y es así como debes comportarte”.
Siempre he seguido esas recomendaciones a lo largo de mi vida, y ahora que ella no está, solamente puedo decir “Mamá no sabes cuanto me haces falta”.
Todos aquellos que aún tienen consigo a sus madres, vean en ella a una mujer que dejó en su piel la huella que dejamos cuando nacemos, y como su entorno se lo cabíamos.
Las prioridades y anhelos de crecer profesionalmente que ella tenía fueron sustituidas por el gran reto y compromiso de ser mamá.
Ninguna mujer es educada para ser Madre, pero sí estaba clara que quería lo mejor para sus hijos. Algunos hijos la hacen vivir un triunfo en silencio cuando obtenemos logros que la llenan de felicidad y alegría, pero en otros casos, volvemos a llenar sus ojos de lágrimas por los actos en que hemos incurrido y que no van de la mano con lo positivo que ella nos enseñó.
Para todas las madres, felicidades en su día, por ser el pilar de nuestra sociedad, y convertirse en una orientadora de cada generación.
Sin ustedes, nuestra sociedad y el mundo no sería lo que hoy es.
Ser mamá es un compromiso natural, que lo lleva en la sangre, que lo lleva en el cuerpo.
Cuando ella ya no este, sabremos quien te quiso realmente sin esperar nada a cambio. Quien se preocupó que cuando llegaras de le escuela estuvieras la comida caliente que disfrutabas.
Igualmente, quien se desprendió de algo que le gustaba, para comprarte una camisa o un pantalón nuevo.
Mamá es quien se desvelaba juntó a ti, cuando estabas enfermo. Quien al final tiene las revalidas de kínder, primaria, secundaria, y hasta la universidad porque estudiaba contigo, o te proporcionaba lo que necesitabas para alcanzar tus metas.
Por todo ello, respétala y llénala de felicidad ahora que puedes, porque, aunque le lleves flores al cementerio, te atormentara de forma repetida que no hiciste lo que debiste hacer, cuando podías.
Feliz día de las madres.

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