Por: Alfonso Fraguela
En esta ocasión, deseo dedicar unas líneas a lo que estamos viendo en redes sociales, donde el desenfreno y los ataques se han transformado en irrespeto a la familia de los candidatos y en consecuencia al elector, que ve nublada la posibilidad de escuchar soluciones inteligentes, para terminar en un pantano de groserías que evidencia la carencia de quienes solamente quieren ser presidente y sentarse en la silla.
En nuestro país, el Tribunal Electoral, es el encargado de garantizar un proceso de elecciones limpio y transparente tal cual lo dispone la Constitución Política de la República de Panamá, en su Artículo 142. Por tal razón, ese tipo de acciones descritas en renglones superiores no fortalece la democracia, ni mucho menos ayudan a asegurar un voto informado.
Recordemos que se firmó un pacto ético electoral, pero varios de los candidatos que lo firmaron han sustentado su discurso político en el ataque, y carencia de iniciativas necesarias para el bienestar del pueblo.
Lo único que han expresado, es que cuando lleguen harán la copia de otros sistemas de gobierno latinoamericano, escudándose en unos juegos de palabras, para eludir de forma responsable lo que el pueblo quiere conocer de ellos.
En un abrir y cerrar de ojos, será 5 de mayo, habrán pasado los dos debates presidenciales restante, y el pueblo elegirá a un gobernante. Pero antes de ello, la toxicidad de las redes sociales durante todo ese tiempo se hará presente causando mayor daño, y afectando el proceso electoral.
Las sanciones del arbitro de este torneo a los infractores y promotores de las campañas que estamos viendo, deben ser expeditas. No podemos esperar sanciones después del 5 de mayo, ya que el daño se logró sin consecuencias alguna para los transgresores, promoviendo el fastidio colectivo.
Si queremos un proceso legitimo y no cuestionado, entonces las autoridades deben hacer todo lo necesario para erradicar y reprimir, este tipo de actuaciones, de tal manera que se sepan de dónde vienen.
Si el Tribunal Electoral, no hace lo que debe hacer, se verá inmerso en un océano de cuestionamiento, de críticas, que podría generar dudas sobre el desarrollo del proceso electoral.
La oportunidad de elevar el nivel en la construcción de los discursos es cada vez más remota. Nos quieren hacer sentir como cuando en los pueblos originarios nos cambiaban “el oro por espejitos”, apelando a la ignorancia o la desaventura de algunos ciudadanos.