Por: Dicky Panay

En mi anterior artículo abordé la necesidad de analizar más profundamente las implicaciones y los mensajes de los acontecimientos de octubre y noviembre del 2023, y señalé la necesidad de observar en tiempo y espacio la evolución de las reclamaciones sociales expresadas en las calles durante los meses de octubre y noviembre por miles de panameños.

En esa línea de pensamiento, creo conveniente brindar algunas ideas que considero la hoja de ruta de quienes tengan las responsabilidades primarias de guiar el país en un futuro inmediato y mediato, y que a la vez sirva para orientar el accionar ciudadano en el tiempo del cambio paradigmático que parece escucharse en las calles y en las redes, el nuevo instrumento de comunicación social.

Los ciudadanos tienen el derecho de volver a creer en quienes en su nombre detentan el poder de representarlos. En estos momentos la incredulidad es muy alta, igual que la desconfianza. Actualmente la organización sociopolítica del Estado enfrenta una debilidad en su sistema de gobernabilidad nacional, como consecuencia de una infuncionalidad institucional que abrió las puertas a un sistema de corrupción insostenible y que a su vez refuerza el proceso de auto debilitamiento institucional como mecanismo de gestión de la corrupción.

 Sin la construcción de una capacidad institucional robusta no se resuelve el problema de la corrupción y sin un consenso nacional no se puede crear una capacidad institucional para el cambio. Este es el primer asunto a resolver y aquí hay otro problema: el actuar de los principales actores políticos está más orientado a la individualidad en contenido y forma que a la colectividad.

No hay fórmula salvadora ni única. Hay que encontrar el equilibrio para atravesar la puerta. Pero creo que un consenso nacional partiendo de un gobierno de unidad nacional será conveniente por lo menos para ponernos de acuerdo en los temas principales del desarrollo nacional en todas sus dimenciones. Algunos osados anuncian un cambio paradigmático hacia un nuevo proyecto de país ideal. Esto es posible pero las condiciones indican que estamos lejos de ese cambio.

En el escenario actual hay quienes plantean una nueva constitución, una reforma constitucional u otras recetas sin antes realizar un diagnóstico del estado de arte de la sociedad panameña: sus problemas, sus potencialidades, los obstáculos, sus oportunidades, sus derechos y el rol de sus principales actores entre otras cosas. Si asumimos que ese es el primer tramo del camino hacia el futuro deberíamos con la información vigente poder determinar ese diagnóstico. El informe de la concertación nacional, el pacto del Bicentenario, el nuevo censo, los informes de pobreza, los diagnósticos ambientales y las estadísticas nacionale e internacionales, sus análisis y la información geopólitica planetaria que ya señala un rumbo, permitiría en el menor tiempo posible tener un diagnóstico suficientemente sólido para arrancar los esfuerzos de una solución de largo plazo exitosa y sostenible.

Específicamente concuerdo con que una nueva constitución no es la solución y podría empantanar al país aún más de lo que ya está. Me atrevería a plantear que quizás una reforma parcial acordada con todas las fuerzas y actores sociales sería un primer paso, si está orientada a fortalecer los mecanismos institucionales de gobernabilidad.

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