Por: Miguel Antonio Bernal.

Una gravísima crisis recorre todos los estratos de nuestra decadente sociedad. Es por ello que la situación que vivimos, nos exige un esfuerzo de carácter extraordinario a todos los ciudadanos que queremos a nuestra Patria.

Se impone entonces desterrar, -de nuestras mentes y de nuestro actuar-, la equivocada idea de que los actuales gobernantes y los poderes públicos van a querer o poder resolver nuestros problemas.

Los bochornosos, vergonzosos y repudiables espectáculos ofrecidos por los Órganos del Estado, nos confirman el poco me importa de las autoridades y, evidencian, aún más, cuán dispuestas están, los máximos responsables de dichos Órganos y sus satélites, a hacer lo que sea para mantenerse en el poder,de la mano de la corrupción y de la impunidad,

La impunidad se ha adueñado de todo el espectro  de lo cotidiano. No hay día sin que la impunidad no aparezca como mandamás y señora de la actualidad, ya sea esta juridical, económica, social, política y hasta educativa.

Hoy vemos como los megapeculados perpetrados en la Universidad de Panamá por el denominado Tutankamon, han sido nuevamente “absueltos”, como resultado de la trasnochada y deliberada intención de confundir lo jurídico con lo político.  Los responsables, a distintos niveles del Órgano Judicial,  han creando un clima de totalitarismo,  en un país dónde en las últimas décadas se ha perdido enteramente la noción de orden público y de la seguridad jurídica a la que tenemos derechos todos los ciudadano, sin distingo alguno.

El odioso  control que, sobre el Ministerio Público y la Corte Suprema de Justicia y sus tribunales, ejerce el Presidente de la República , ha puesto de moda nuevamente la denominada “obediencia debida”.

La nefasta decisión de las autoridades judiciales de pactar  y  acordar, con la corrupción y la impunidad, es hoy por hoy, un permanente infarto moral, que resulta mortal para la obligatoria independencia que debe primar en el Órgano Judicial.

Los gansteres coimeros, peculadores, estafadores de los bienes públicos, continúan operando impunemente en Panamá, fortaleciendo sus tentáculos para salir ricos e impunes.  Reacomodados, con los fallos de los tribunales judiciales,  logran que no se tome medida alguna contra sus bienes, preservan su existencia y continuidad de actividades ilcítas, hasta como botellas.

Hoy, contentos y felices, los Tutankamon de ayer y de hoy, entonan el himno a la impunidad y celebran con McCallan, la lluvia de absoluciones a sus delitos perpetrados, con premeditación, dolo y alevosía, en cada una de las instituciones por donde han pasado o dónde están. ¡Viva la impunidad!

(Este artículo es responsabilidad de su autor).

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