Lo que comenzó como una supuesta inversión extranjera terminó convirtiéndose en uno de los casos judiciales más complejos y sensibles de los últimos años.
El proceso penal que rodea a Panama Opportunity Partners no solo busca esclarecer una presunta estafa corporativa millonaria, sino que examina el rol que jugaron —o dejaron de jugar— bancos, abogados y distintas instancias del sistema panameño.
El caso gira en torno a la adquisición de RG Hotels, una operación que, estuvo marcada por incumplimientos, omisiones graves y una estructura financiera que nunca fue del todo transparente.
Una operación que derivó en colapso
En 2014, Panama Opportunity Partners asumió el control del grupo hotelero a través de una transacción valorada en más de 60 millones de dólares, estructurada mediante sociedades intermediarias y cuentas bancarias locales.
Con el paso del tiempo, parte de los compromisos económicos pactados no se habrían cumplido. Los hoteles cerraron, las deudas se acumularon y cientos de trabajadores quedaron sin empleo. El impacto trascendió el plano empresarial y afectó directamente a familias y a un destino turístico que perdió su principal motor económico.
Omisiones bajo investigación
La investigación penal no se limita a un conflicto comercial. El Ministerio Público analiza si, durante la apertura y manejo de cuentas bancarias vinculadas a la operación, se omitió información clave sobre el beneficiario final de los fondos, lo que habría permitido el movimiento de grandes sumas de dinero sin los controles exigidos por la ley.
De confirmarse, estas omisiones podrían constituir delitos contra la fe pública y abrir serios cuestionamientos sobre la diligencia debida de instituciones llamadas a salvaguardar la integridad del sistema financiero.
Más que un litigio entre privados
Este caso trasciende a las partes involucradas y plantea cómo una supuesta inversión extranjera pudo avanzar sin que se activaran alertas oportunas dentro del sistema, y por qué los mecanismos de control fallaron.
Por ello, el proceso ha adquirido una dimensión que va más allá del ámbito local, incluyendo solicitudes de cooperación internacional relacionadas con transferencias y estructuras fuera de Panamá.
El fondo del juicio
Más allá de las responsabilidades individuales que deberá determinar el tribunal, el caso se ha convertido en una prueba institucional. La pregunta central es si el sistema panameño está en capacidad de investigar, juzgar y sancionar operaciones complejas cuando estas involucran estructuras corporativas transnacionales y actores con poder económico.
La decisión final no solo marcará el destino de un grupo empresarial y de quienes resultaron afectados. También enviará un mensaje claro sobre la fortaleza —o fragilidad— del sistema panameño para enfrentar casos donde la frontera entre inversión, negligencia y presunta estafa se vuelve difusa.
