EL COSTO DE LA MANIPULACIÓN DE LA DIRIGENCIA MAGISTERIAL

En los días recientes, el país ha sido testigo de una confesión tan dolorosa como reveladora. Francisco Smit, dirigente del sindicato bananero de Bocas del Toro, ha tenido la valentía de reconocer con voz quebrada por el desencanto que él y su gremio fueron usados, burlados y luego abandonados por quienes, en teoría, lideraban una lucha por la justicia social: la dirigencia magisterial panameña.

Sus palabras no dejan espacio para dudas ni matices: “Nos usaron de escudo. Perdimos nuestros trabajos. Nos fuimos de brutos e ignorantes detrás de ellos.” Esa confesión estremece, pero también abre los ojos. Detrás del ropaje de una lucha gremial por la Caja del Seguro Social, lo que hubo según este testimonio fue una conspiración calculada para crear inestabilidad política, usando a los más humildes como carne de cañón.

La dirigencia magisterial, según lo que se desprende del audio, habría cerrado acuerdos de recámara con líderes de otros sectores, incluyendo indígenas de Darién y obreros bananeros, para construir un frente nacional de presión que pusiera contra las cuerdas al gobierno que camina «Con Paso Firme». Lo que parecía un reclamo por las reformas a la CSS terminó siendo una estrategia que combinó ventaja, premeditación y alevosía, elementos propios de una traición… y no de una lucha auténtica.

Pero más grave aún fue el desenlace, una vez no logrados sus fines políticos, mediáticos y personales, abandonaron sin pudor a quienes los siguieron. Dejaron a los bananeros desempleados y a los indígenas de Arimae con la credibilidad hecha trizas. Y ahora, en un giro tragicómico que bien podría figurar, guardadas proporciones, en una versión panameña de La Divina Comedia de Dante Alighieri, se les ve tocando las puertas de las mismas instituciones que antes satanizaban con discursos de odio y consignas de lucha de clases. Hoy, esos mismos dirigentes acuden sin rubor a los empresarios y diputados que ayer insultaban… “pidiendo cacao”, como bien diría la sabiduría popular.

¿Dónde quedó la coherencia? ¿Dónde quedó la causa? ¿Dónde quedó la lealtad a las bases?

Según mi perspectiva de la verdad, esta evidencia expone con crudeza que algunos dirigentes magisteriales no luchan por sus estudiantes ni por la educación, sino por intereses personales, agendas ocultas y, posiblemente, futuras candidaturas electorales en el 2029. Lo que han hecho no es solo una burla a los sectores traicionados, sino una traición al país entero, a la esperanza de los padres, a la fe de los pueblos originarios y al espíritu de justicia que tanto claman en sus pancartas.

Pero la traición más dolorosa fue hacia los niños y jóvenes estudiantes, privados de clases por causas ajenas a su bienestar. Niños que vieron interrumpido su derecho a aprender, a soñar, a construir su futuro. Y también fue una puñalada en la espalda para miles de educadores comprometidos con su vocación, que día a día siembran conocimiento, valores y esperanza, y que nada tienen que ver con los juegos oscuros de una dirigencia que ha perdido el rumbo.

Sí… y digo sí, porque ser docente es una vocación sagrada. Es una de las profesiones más nobles, y Panamá está lleno de educadoras y educadores que aman enseñar, que forman con el ejemplo, que trabajan en condiciones duras y sin reconocimiento. Ellos no merecen cargar el peso del desprestigio por las acciones de una cúpula oportunista. Por eso, hago un llamado sincero y urgente: DEPUREN SU GREMIO. No permitan que intereses individuales manchen el buen nombre del educador panameño ni empañen la misión transformadora de la educación.

Hoy, más que nunca, Panamá debe aprender a leer entre líneas y mirar con ojo crítico los movimientos sociales disfrazados de causas nobles. Debemos mirarnos en el espejo de Bocas del Toro y de Arimae, no para llorar lo perdido, sino para no repetir los errores. No más TONTOS ÚTILES. No más víctimas de agendas ajenas. No más sacrificios del pueblo para el beneficio de unos cuantos.

Amados y queridos lectores de esta hermosa tierra istmeña, cuando la traición se disfraza de lucha solo nos queda mirar con claridad meridiana que en esta ocasión la traición llego vestida de dirigencia magisterial. La traición duele más cuando llega disfrazada de confianza, con voz pausada y libros en la mano. Pero el pueblo despierta. Y aunque duela el despertar, es mejor la verdad que una mentira decorada con consignas.

Que nunca más se nos use como piezas de ajedrez en partidas que no son nuestras. Que los ríos de Bocas del Toro y las montañas de Arimae canten fuerte la lección aprendida.

Panamá no es territorio para farsantes. Panamá es tierra de dignidad. Y quien traiciona esa dignidad, se condena al olvido.

Como diría el poeta: «No se juega con el fuego del pueblo sin quemarse en su memoria.» Y como bien escribió Maquiavelo: “La traición que se hace con astucia solo da frutos si no es descubierta, pero una vez revelada, su precio es la ruina del traidor.”

Que las futuras generaciones no recuerden esta historia con vergüenza, sino como la lección que nos ayudó a despertar y proteger lo más valioso que tiene una nación: su educación, su niñez, y su verdad.

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