Muy poco o nada, se sabe del intento de excomulgar al papa Francisco

En estos días de sede vacante, tras la partida del papa Francisco el pasado 21 de abril, resurgen episodios que marcaron profundamente su camino hacia el papado. Uno de los más significativos —y menos conocidos— fue el intento de excomulgarlo cuando aún era arzobispo de Buenos Aires.

Jorge Mario Bergoglio, como era conocido antes de su elección papal en 2013, no fue un hombre que transitara caminos fáciles dentro de la Iglesia. Su opción preferencial por los pobres, su cercanía con los más olvidados y su mirada pastoral profundamente humana lo enfrentaron, en varias ocasiones, con sectores eclesiásticos más conservadores. Fue precisamente esa actitud —que hoy es recordada como uno de los sellos de su pontificado— la que le valió fuertes resistencias internas.

Durante su etapa como arzobispo, algunos actores conservadores llegaron a considerar la posibilidad de excomulgarlo. Su supuesta simpatía con ciertos movimientos sociales y su enfoque poco dogmático generaban incomodidad en quienes defendían una visión más rígida de la fe. Sin embargo, Bergoglio nunca respondió con confrontación, sino con humildad y firmeza evangélica.

Ese tipo de sacrificios y tensiones marcaron su vocación desde temprano. Lejos de desalentarlo, lo consolidaron como un pastor capaz de mirar a la Iglesia desde abajo, desde las periferias, desde el dolor humano. Y fue precisamente esa mirada, tejida a lo largo de décadas de resistencia silenciosa, la que el mundo reconoció en él cuando se convirtió en el primer papa latinoamericano de la historia.

Hoy, mientras la Iglesia se prepara para un nuevo cónclave, el recuerdo de ese episodio sirve para dimensionar la valentía de un hombre que, antes de ser Francisco, fue un obispo dispuesto a incomodar al poder para abrazar al pueblo.

Porque esos sacrificios, esos dolores, no lo quebraron: lo hicieron grande.

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