Por: Juan Manuel Castulovich Jurista.

Según anunció su nueva directora general, próximamente se publicará la lista completa de todas las 13,000 libretas de la lotería, con sus respectivos montos y los nombres de sus adjudicatarios y adjudicatarias. Supuestamente, ese será el primer paso para eliminar un negociado infame del cual, por décadas y, con el conocimiento y la complicidad de los manejadores de la institución, ha venido lucrando una pandilla de explotadores.

Es un hecho conocido que muchos miles de vendedoras y vendedores de los billetes y chances de la lotería no son los adjudicatarios de las libretas que venden, sino víctimas de la explotación de quienes las han acaparado, hasta por decenas, y les pagan solo la mitad de la comisión, o sea, el 5%, quedándose los explotadores, desde la comodidad de sus casas, el otro 5%. Esta explotación de tipo gansteril es lo que primero hay que eliminar y, para hacerlo, solo hay que cancelar las libretas adjudicadas a quienes no las venden y adjudicarlas, todas, a las personas que físicamente se dedican a esa actividad. Esa, medida puede tomarla, mañana mismo, la nueva dirección de la Lotería; pero habrá que ver si se atreven.

Harina de otro costal es el sonado caso de las denominadas “lotos” actuales, que no son ninguna novedad, pues se han permitido en el pasado. La novedad es que el presidente, ojalá lo cumpla, ha dicho que serán eliminadas. Es incomprensible, por decir lo menos, que estas se hayan permitido y, peor aún, que en la Corte estén pendientes recursos que buscan perpetuarlas, cuando existe una clara disposición constitucional que le reserva al Estado el monopolio de los juegos de suerte y azar y de las apuestas que estos generen.

El artículo 297 dice así:
“Explotación de juegos de suerte y azar y de actividades que originen apuestas, solo podrán efectuarse por el Estado. La Ley reglamentará los juegos, así como toda actividad que origine apuestas, cualquiera sea el sistema de ellas”.

Cuando se creó la Lotería Nacional de Beneficencia, su finalidad era que la comisión por la venta de los billetes y chances fuera un medio de ingresos económicos para sus vendedores y vendedoras y que, después de cubrir sus costos operativos y los pagos a los vendedores, sus ganancias, fueran destinadas a la beneficencia pública; pero ese propósito ha sido desvirtuado ante la actitud complaciente, y cómplice de las autoridades, hasta el punto que hoy cabe preguntar: ¿La lotería es para la beneficencia de quién o de quiénes?.

Para que la Lotería Nacional de Beneficencia, vuelva a cumplir la finalidad para la cual fue creada, primero, hay que restituirle su condición de monopolio estatal. En segundo lugar, cuando se depure la adjudicación de las libretas, a todos sus vendedoras y vendedores, se les debe adjudicar una cantidad mínima de billetes y chances, para que su venta les permita obtener un ingreso, no menor de ochocientos (B/.800.00) balboas mensuales y, además, que ese monto sea tomado como base para su afiliación obligatoria a la Caja del Seguro Social.

Las medidas anunciadas, tanto por la presidencia como por la dirección de la Lotería permiten alentar esperanzas de que se aplicarán los correctivos y se erradicarán las pillerías que, por conocidas, solo han podido existir, gracias a contubernios que, también, por archi conocidos, si de verdad hay decisión, deben estar erradicados de raíz, en cuestión de días. Pero amanecerá y veremos.

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